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El museo desenvaina y desenfunda

Jacinto Antón

¿Ha descendido el Museo Militar de Montjuïc al Port Vell? ¿Está el Museo de Historia de Cataluña (MHC) en pie de guerra? ¿Volvemos a 1714? ¿Arde París? No, no, no, no. La insólita profusión de armamento en una de las salas del centro museístico consagrado a mostrar la historia de Cataluña y a reforzar la identidad catalana es simplemente fruto de una exposición. L"altre vida de les armes (hasta el 28 de febrero), montada con fondos de seis museos de Cataluña, tiene como objetivo, según los organizadores, "recuperar el arma como objeto susceptible de mostrar unos valores, símbolos y contenidos históricos, artísticos y sociales, más allá de los puramente bélicos". A la entrada de la exposición y como preámbulo se recuerda que, con las nuevas concepciones museográficas, las colecciones de armas no han encontrado un espacio "y han pasado de las antiguas panoplias a ser fondo de reserva, recuperándoselas tan sólo como objetos complementarios para exposiciones diversas". No es así en este caso. Aquí el museo desenvaina y desenfunda, y el arma reina. De entrada, una foto gigante de la colosal colección reunida en su museo-armería por Josep Estruch i Cumella, gran coleccionista catalán de armas, y un ejemplar de su nutrido catálogo (1889). En las primeras vitrinas, bajo el epígrafe de Atracción por lo insólito, armas antiguas vinculadas al ideario romántico: una escopeta de Europa Oriental y su correspondiente polvorera, muy ornadas, con incrustaciones de marquetería; una espada de granadero con larga bayoneta y grandes guardas, un mecanismo de arcabuz. Como ejemplos de Armas exóticas, un aparatoso panaba, machete de los indígenas de Mindanao ante cuya visión crece el respeto por los últimos de Filipinas; una estilizada espingarda marroquí... El visitante circula entre vitrinas armadas como por un bosque amenazador. Cada vitrina representa un concepto. Tocar y parar hace referencia a la esgrima y pueden apreciarse en ella dos magníficos floretes alemanes del XIX, de empuñaduras esculpidas. Un espacio lo ocupa una reproducción de un mandoble medieval ilustrada con una frase del Tirant: "L"espasa és la més noble arma del cavaller ja que pot matar i nafrar per tres parts: pels dos tall i per la punta (...)". La presencia de una vieja bicicleta produce perplejidad, hasta que un rótulo junto a una pistolita informa que los ciclistas de antaño usaban armas de pequeño formato para apartar perros y animales salvajes. Una caja de pistolas de duelo francesas pone una nota trágica en el ambiente. Una serie de rifles en un armero guarda tanta historia como el sable de Magris: un Remington, un Springfield y un Enfield, nada menos. Junto a ellos -estamos en el MHC-, un "fusil para dragones catalán". Una armadura romana de pega, tipo peplum de segunda, se revela como disfraz de manaia de la procesión de Semana Santa de Girona -el MHC, recuerden-. La sección de caza incluye ballestas, puntas de flecha ibéricas y neolíticas y escopetas. Dos gamos disecados sacan tímidamente la cabeza por detrás de una vitrina. La sección del bandolerismo exhibe un "trabuco catalán" del XIX y una "navaja solsonesa". La sección Armas ocultas -bastones estoque, pistolas miniatura- se ilustra con una disposición de 1764 del capitán general Marqués de la Mina prohibiéndolas en todo el Principado. Pero difícil hubiera sido controlar la pistolita camuflada en un libro -una Historia eclesiástica francesa- que se exhibe. Quizá la pieza más curiosa de la muestra sea un sombrero femenino con plumas en cuya ala se disimulan un minúsculo revólver y una daga curva. Para señoras de armas tomar, sin duda.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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