El Olímpico de Marsella, un clásico que vuelve
El Celta se medirá con un equipo más áspero y complicado que el Liverpool y el Aston Villa
Cinco años después, vuelve el mejor Olímpico de Marsella, líder de la Liga francesa e invicto en la Copa de la UEFA a partir de un fútbol sólido y hasta sugerente. De la sacudida que sufrió en 1993, el escándalo de los sobornos de partidos, el descenso del equipo como castigo y el ingreso en prisión de su presidente, Bernard Tapie, apenas quedan señales aparentes. Con otra dirección -Robert Louis-Dreyfuss (presidente de Adidas)-, otro entrenador -Rolland Courbis-, otra hornada de futbolistas, una sabrosa mezcla de veteranía y juventud, y la misma ruidosa afición de siempre -la más numerosa e influyente de todo el fútbol galo- el Olímpico, rival del Celta en los cuartos de final de la Copa de la UEFA, avanza por el buen camino.Se trata de un clásico, con ocho títulos de Liga, diez de Copa y, sobre todo, lo que ningún otro equipo del fútbol francés ha conseguido nunca para sus vitrinas: una Copa de Europa, conquistada ante el gran Milan en 1993 tan sólo unas semanas antes de que las noticias turbias retumbaran en el club.
Lo que primero llama la atención en este equipo es su solvencia defensiva, un aspecto que señala directamente al perfil conservador de su entrenador
-Rolland Courbis, de 45 años, con mucha experiencia profesional por distintos equipos a sus espaldas-, y su pericia para manejar los resultados favorables. Si el Marsella se pone por delante, el rival prácticamente se despide. Laurent Blanc (33 años), el no hace mucho defensa del Barcelona, es el entrenador sobre el campo. Gobierna anímica y tácticamente el equipo. Saca la pelota con criterio, defiende con sentido y no renuncia a las aventuras ofensivas. En las acciones a balón parado, su presencia dentro del área es una garantía de gol. Su defecto más evidente es la lentitud frente a los delanteros rápidos (Sánchez, por ejemplo) y una cintura cada vez menos flexible.
A su lado, Domoreaud pone la fogosidad y la contundencia. Es el encargado de enseñar los dientes a los delanteros rivales. De alguna manera es el sucesor natural del fenomenal Desailly, uno de los viejos héroes del Olímpico. En los laterales ahora juegan Blondeau, por la derecha, y Gallas, por la izquierda, el verdadero punto débil del equipo. Aunque para marzo, cuando llegue la reunión con el Celta, es posible que Colleter, que sí es un zurdo de garantías, ya esté recuperado. Colleter es un jugador con gran experiencia en las competiciones europeas. En el París Saint Germain fue el lateral titular durante varias temporadas. Porato, el guardameta titular -el alemán Koepke está apartado por sus repetidas amenazas de fuga-, no es nada del otro mundo.
Los galones los lleva Blanc, el capitán del Olímpico, pero el talento lo pone otro representante del equipo en la selección francesa que se proclamó campeona del mundo el pasado verano: Robert Pires, de 25 años, una consecuencia directa del efecto contagioso que la Francia de Platini desató en los jóvenes de la época. Pires se parece a aquellos jugadores -Platini, Giresse, Tigana...- hasta en sus pequeñas dimensiones. Tiene talento, velocidad y gol. Pires se mueve principalmente por la banda derecha.
Por detrás de Pires y más centrado juega Luccin, un descubrimiento. Se trata de un excelente organizador de 19 años que anuncia grandes cosas. Distribuye con precisión y sentido y siempre le pone al juego la velocidad adecuada. También tiene decisión y sentido en las tareas de recuperación, donde la ayuda y el desgaste de Brando, Bravo y Roy, según quien juegue, resulta muy efectiva.
Pires -y cuando se cansa, Gourvennec le da el relevo con calidad exquisita- es el principal surtidor de balones para los delanteros: Ravanelli, Maurice, Dugarry y Camara. Todos ellos responden a un perfil muy similar: son tipos de área, potentes, rematadores, que destacan más por su fuerza que por su habilidad, auténticos dolores de muelas para las zagas rivales. No tanto por sus regates como por su capacidad de trabajo y su interés en abrir espacios para la llegada de los centrocampistas, especialmente Robert Pires, la verdadera preocupación del Celta.
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