Sorpresa constante
Soy un madrileño más, al que la capital y los modernos "capitalistas" no dejan de sorprender constantemente. A veces me pregunto si muchos de estos responsables de la ciudad viven en la misma urbe en que nací yo, y en la que trabajo y paseo a diario, o si es que hay dos "madriles" distintos. Mi última sorpresa tiene fecha exacta, data del día 26 de noviembre: diario EL PAÍS, sección Madrid, página 3; leo: "Las parabólicas de las fachadas deberán retirarse antes del 2001". Y continúo leyendo cómo esta decisión se debe al alcalde, José María Álvarez del Manzano, al que le disgusta la proliferación de antenas parabólicas en las fachadas de las casas.El alcalde demuestra con la medida buen gusto, aunque escaso, insuficiente y raquítico; me explicaré: las antenas parabólicas, dentro de su antiestética frialdad, no dejan de ser elementos limpios, tributos de la técnica, del ingenio humano y del progreso. Pero ¿a qué o a quién rinden tributo toda esa bazofia de letreros que inunda nuestras calles? Como paseante de a pie, sin vehículo, debo ver todos los días, en todos los semáforos, farolas estratégicas, paradas de autobuses, troncos de árboles, papeleras, etcétera, un tipo de, vamos a llamar "publicidad", para entendernos de forma rápida, de lo más heterogéneo, que afea, ensucia, estropea y envilece el medio ambiente madrileño.
Y yo, sorprendido, me pregunto: ¿cuándo se apearán, para dejarse ver, a vista de pájaro, del helicóptero o del coche oficial, los concejales del Ayuntamiento para poder apreciar de cerca una, al menos, de las muchas cosas que de verdad dañan y arruinan la imagen de un Madrid hace años limpio, y promulgar bandos verdaderamente ajustados a la realidad y oportunos?
Y es que, como dice un castizo amigo mío: "P"asear Madrid hay que pasear por Madrid".- .
