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'Legionella' en Buckingham Palace

La residencia de la reina Isabel II de Inglaterra, afectada por una bacteria que circula por las cañerías

Isabel Ferrer

El palacio de Buckingham, residencia oficial de la reina Isabel II de Inglaterra, se vio hace unos meses asaltado por un invasor invisible, la bacteria que causa la legionella. El organismo microscópico, que es el origen de una forma de neumonía especialmente peligrosa para los ancianos, fue hallado en los tanques que suministran agua al cuarto de baño regio.Tanto la soberana, de 72 años, como su esposo, el duque de Edimburgo, de 77, continuaron con sus tareas durante las operaciones de limpieza, que se realizaron el pasado mes de octubre, ajenos a lo que ocurría en el edificio, construido en 1677 por el duque de Buckingham y comprado por Jorge III en 1761 para convertirlo en su residencia.

El rotativo sensacionalista The Sun, que presentó ayer la noticia como una "exclusiva mundial", afirma, por el contrario, que Isabel II se vio obligada a trasladarse al castillo de Windsor para evitar un contagio.

La bacteria fue descubierta durante una comprobación sanitaria de rutina y la alarma cundió de inmediato. "La reina goza de una salud envidiable y hubiera sido terrible que enfermara así", señala The Sun, citando fuentes de Buckingham. En la mente de todos estaba también la reina madre, que visita con frecuencia a su hija. A sus 98 años, era la candidata más clara y vulnerable para contraer una dolencia que causa hasta 50 muertos al año en el Reino Unido. Los portavoces oficiales también salieron ayer al paso de la noticia sobre la supuesta mudanza afirmando que "ni la reina ni el resto de la familia real abandonaron el palacio. No hizo falta que saliera nadie".

También fueron revisados los tanques que alimentan los apartamentos utilizados por tres hijos de la soberana: la princesa Ana y los príncipes Andrés y Eduardo.

La limpieza fue concienzuda y pasó una semana antes de que los inspectores la dieran por buena. Los expertos ordenaron al personal de servicio que subiera la temperatura general del agua a 70 grados centígrados para destruir la bacteria. El palacio cuenta con cerca de 80 cuartos de baño y varios kilómetros de tuberías, algunas instaladas en la época victoriana, a mediados del siglo XIX. Siete días después del susto, muestras de agua fueron analizadas en un laboratorio para comprobar si estaba limpia. El resultado fue satisfactorio y la vida en palacio volvió a la normalidad.

Para evitar sorpresas, los 300 empleados de Buckingham recibieron una información exhaustiva sobre los peligros que corrían. En caso de duda, se les aconsejó que consultaran a sus médicos de cabecera.

Si bien el enfoque del reportaje de The Sun de ayer resultaba algo alarmista -una foto de Isabel II fue montada de forma que parecía que huyera de palacio-, ha cumplido bien una tarea divulgativa tal vez ajena a sus intenciones. Muchos británicos saben ahora algo más respecto a la legionella, como que debe su nombre al brote mortal que en 1976 costó la vida en Filadelfia (Estados Unidos) a 29 personas durante una convención de veteranos de la Legión Americana. La enfermedad comienza con los síntomas de una gripe leve y continúa con fuertes dolores de cabeza y musculares, tos seca, fiebre y diarrea, que desembocan en una neumonía.

Frente a este afán divulgativo, la idea de que la soberana buscara refugio en el castillo de Windsor resulta algo más descabellada. Isabel II aprendió de adolescente a no huir en momentos de peligro. Su padre, el reyJorge VI, había heredado el trono por sorpresa cuando su hermano, Eduardo VIII, abdicó para casarse con la dama norteamericana Wallis Simpson. Durante la Segunda Guerra Mundial, la joven Isabel permaneció junto a su familia en Londres durante los bombardeos y debe buena parte de su prestigio a dicho acto valeroso. El diario asegura que esta vez fue obligada a marcharse. Buckingham insistió ayer en que el lugar "está ya libre de contaminación y nadie lo abandonó". Dado que la residencia cuenta con numerosas alas, es posible que Isabel II optara por instalarse en otra sin salir por ello de una de sus casas más famosas y visitadas. Mientras sus portavoces la defienden de la versión de la prensa sensacionalista, Isabel II calla, una vez libre del enemigo más letal de cuantos haya podido tener.

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