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"Cuando leo el "Quijote", estoy leyendo mi propia vida", dice Muñoz Molina

Una vieja edición del Quijote, publicada en 1882, deslumbró en la infancia al escritor Antonio Muñoz Molina. Aquel niño comenzó a leer el libro sin saber que pertenecía a la alta literatura. Lo hizo con la misma disposición voraz con que leía las novelas de Julio Verne o los tebeos del Capitán Trueno. Al cabo de los años, al coger de nuevo el libro, Muñoz Molina se dio cuenta de que la novela de Cervantes formaba ya parte de él. "El leer el Quijote fue una de las cosas que me hicieron escritor. Cuando lo leo, estoy leyendo mi propia vida", afirmó ayer Muñoz Molina en una conferencia en Estepa (Sevilla).

El autor de El jinete polaco participó ayer en el Coloquio Internacional Cervantes en Andalucía, que concluye hoy en la localidad sevillana. "El Quijote forma parte de mi experiencia de la infancia. Yo ahora me pongo a leerlo y disfruto de la literatura y puedo ver las sutilezas intelectuales; pero, a la vez, es también abrir aquel primer Quijote que leí de niño", explicó el novelista ante cerca de 200 personas. Muñoz Molina comentó que las distintas aventuras en las que se embarcan Don Quijote y Sancho Panza son para él "como recuerdos infantiles". "Cuando lo leí por primera vez, el Quijote se parecía a las lecturas de los tebeos y de los libros de aventuras de Verne. En aquella época, leíamos los tebeos del Capitán Trueno, que era un caballero andante. Lo mismo que Don Quijote tenía a su Dulcinea, el Capitán Trueno tenía a Sigrid", relató Muñoz Molina. Pero esa sensación de familiaridad, de cosa conocida, que producía el Quijote no venía sólo de sus andanzas caballerescas entre lances y aventuras. La obra de Cervantes enhebraba, además, una conexión vital con la realidad de aquel niño en el Jaén de los años sesenta. "Lo que me atraía del Quijote era que se parecía a la realidad. Fue el primer texto que leí en el que había cosas que se parecían al mundo en que vivía. El mundo rural andaluz, la cultura rural española, conservaba todavía parte de una cultura oral, que inmediatamente después desapareció. El mundo que se retrata en el Quijote tiene mucho que ver con el mundo en el que vivíamos", señaló el novelista. "El final de un mundo" "Había un mundo agrícola, una manera de ver las cosas, que se parecía mucho a la manera que Cervantes recoge en la figura de Sancho", explicó Muñoz Molina. "Yo no me daba cuenta de que era el final de un mundo", resumió el escritor. "Ese descubrimiento de que la literatura podía contar el mundo real que yo conocía fue algo definitivo", agregó el autor de Beltenebros. Posteriormente, en el coloquio con el público, el escritor jiennense lamentó el destino de Cervantes en una sociedad que fue hostil a su pensamiento. "Cervantes representa una posibilidad de tradición cultural liberal e ilustrada que fue amputada por una historia desdichada que ya conocemos. Basta comparar la grandeza de Cervantes con la sordidez de Quevedo. Sin embargo, en España ha triunfado más la grosería que la sutileza", concluyó Muñoz Molina.

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