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Conjurados contra el fracaso escolar

Los profesores del instituto Celestino Mutis sufren conflictos a diario, pero siguen adelante con ayuda psicológica

Cuentan que un profesor recién llegado este curso al instituto Celestino Mutis (Villaverde Alto) se pasó buena parte de una mañana buscando alguna cámara oculta por los recovecos de su clase, convencido como estaba de que le habían convertido en víctima de una broma de muy dudoso gusto. El hombre, profesional experimentado en educación secundaria y buen conocedor de su materia, pidió a sus alumnos que tomaran asiento tras los primeros saludos de rigor. Cuatro o cinco permanecieron de pie, sin embargo, como si con ellos no fuera la cosa. "Siéntense, por favor, que empezamos", reconvino amable él. Y los chavales, como invadidos por una súbita sordera, siguieron a otra cosa. "Eh... tomen asiento", insistió, ya algo apurado, sin ningún éxito. Nada más concluir sus explicaciones, el docente se marchó enfurecido a la sala de profesores, pidiendo explicaciones por lo que suponía una pesada broma. "No hay ninguna broma. Eran chavales conflictivos y te estaban desafiando", le dijeron.Sólo entonces el hombre experimentado en secundaria y buen conocedor de su materia comprendió que se enfrentaba a una lección inédita en su vida profesional. Y ahí sigue: en su clase, aprendiendo.

La anécdota es real y refleja las dificultades diarias que han de sortear los profesionales de educación que trabajan en el sur de Madrid, en unos distritos castigados por la marginación social, la degradación urbana y la indiferencia, según denuncia CCOO, de la administración educativa. Los profesores del Celestino Mutis no se explican cómo el ministerio puso en marcha la reforma en el distrito sin prever que se iban a juntar más de mil chavales en el mismo instituto -el único de la zona- y sin crear las suficientes plazas de profesores de educación compensatoria. Tal vez, estos profesionales habrían sabido cómo reaccionar ante esos adolescentes rebeldes que no se sentaban al pupitre durante toda la clase.

Puede pasarles a otros

Ayer, el 80% de los profesores del Celestino Mutis optó por dar el metafórico puñetazo en la mesa. Bien fuerte, para que se oyera no sólo en todo Villaverde Alto: también en la calle de Alcalá, donde se encuentra la sede ministerial. Dos meses de continuos altercados en las aulas, de insultos, peleas, faltas de disciplina y robos en los servicios han llevado a estos profesionales a un encierro con el que reclaman soluciones. Porque una cosa tienen clara: esta vez les ha tocado a ellos, pero, si la reforma educativa se sigue aplicando con tan poco tiento, muy pronto pasará otro tanto de lo mismo en muchos puntos de la periferia sur.Los sobresaltos de estos meses se han traducido en muchos disgustos en la sala de profesores. A algunos se les escapan las lágrimas -de rabia, de impotencia, de dolor- al final de las clases más complicadas. Y cuatro o cinco de ellos precisan de atención psicológica para superar los malos tragos. Pero están dispuestos a seguir, aunque muchos no estén habituados a este tipo de conflictos y casi todos barrunten que el ministerio les ha abandonado a su suerte y sólo parece preocuparse cuando el problema ha saltado a la opinión pública.

José Ramón García, profesor de Música y portavoz de los encerrados, no sabe de soluciones milagrosas, pero aporta alguna idea. "Lo primero, en el sur trabajamos por vocación en la inmensa mayoría de los casos, y yo pondría la mano en el fuego por el 98% de mis compañeros", enfatiza. Y continúa: "Si algo tengo claro es que no podemos hacer culpables de esta situación a unos niños de 12 años".

Otro compañero de claustro, que prefiere no identificarse, va más allá. "La LOGSE aporta ideas felices, pero requiere de mucha financiación. El PSOE ya ralentizó la ley; ahora el PP la trata sin convicción y sin gana", diagnostica. Por eso, no hay módulos ni talleres suficientes para los chavales más conflictivos, para esos objetores escolares que ahora se ven obligados a permanecer en las aulas, sin el menor interés por su parte, hasta que cumplen los 16 años.

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Dos delegadas de Comisiones Obreras acompañaron a los encerrados durante gran parte de la jornada y abundaron en las críticas más recurrentes: los institutos están masificados, la reforma se ha aplicado sin una inyección presupuestaria adicional y los centros concertados (privados con financiación pública) miran hacia otro lado cuando de escolarizar a alumnos problemáticos se trata. También se acercaron por el Celestino Mutis dos dirigentes del ANPE, el sindicato profesional de la derecha, pero los docentes les recibieron de forma gélida. "Esto se solucionaba con más disciplina. Vienen chicos gitanos o extranjeros y algunos no son capaces ni de permanecer sentados en una silla. Así no hay manera de trabajar", protestaba en la puerta el vicepresidente del colectivo, Fernando Jiménez Guijarro.

A sus 18 años, Diego -ojos verdes, pelo recogido en coleta y la oreja izquierda asaeteada de aretes- tiene claro que la violencia que se masca en el ambiente termina convirtiendo en víctimas a todos los moradores del instituto. Y, pese a todo, el chaval defiende su barrio con vehemencia. "En las calles de Villaverde puedes cruzarte con el hijo del drogadicto o del presidiario, pero esto no es el Bronx. Por el norte pasean como si tal cosa los cabezas rapadas. Ésos sí que llevan navaja".

Diego lleva cuatro años en el centro y sabe que el ambiente está ahora más enrarecido. Se nota hasta en los pupitres, donde algún alumno ha apuntado a bolígrafo un mensaje burlón. "Que los responsables pasen por Jefatura", dice el garabato.En estos dos meses, 135 chavales han desfilado ante el jefe de estudios por "incidentes que afectaron a la convivencia". Y aún nadie puede garantizar -lo repitió ayer el director- una solución a los problemas.

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