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Reportaje:

"Maté a mis padres y a mi hermano"

Un hombre utiliza un programa de la televisión italiana para revelar que asesinó a su familia a tiros en 1989

En la lucha despiadada por las audiencias, la televisión pública italiana se acaba de apuntar una victoria: la de haber congregado a 3,7 millones de telespectadores el lunes 30 de noviembre sin necesidad de recurrir a la retransmisión del sorteo del Superenalotto ni a Raffaella Carrá ni a Maradona, que visita estos días los platós televisivos del país. La atracción estelar fue un sujeto oscuro y anodino de 36 años llamado Ferdinando Carretta. Un tipo que por sí solo no habría merecido nunca la atención de las masas de no ser porque el programa en cuestión que ofrecía la entrevista, Chi l"a visto?, una versión italiana del español ¿Quién sabe dónde?, prometía una confesión a prueba de competencia televisiva.Nada menos que el relato de un triple asesinato, el de los tres miembros de su familia. Y la emisión no defraudó. Sin mostrar el menor atisbo de emoción, Ferdinando Carretta explicó ante las cámaras cómo, desgraciadamente, y en un "ataque de locura" injustificable, asesinó el 4 de agosto de 1989 a toda su familia. Primero, al padre, Giuseppe Carretta, de 53 años, un alto cargo en una empresa de Parma; luego, a la madre, Marta, de 50, y, por último, al hermano menor, Nicola, de 23, para abandonar después Italia y recalar finalmente en Londres.

Para muchos, la confesión impactante del presunto parricida, detenido el pasado domingo en el aeropuerto de Roma cuando volvía de Londres, pone fin al misterio de la familia Carretta, desaparecida en 1989 sin dejar huella y merecedora durante años de atención de la prensa italiana, antes de caer en el olvido. Sin embargo, el relato de Ferdinando, hecho en exclusiva ante el reportero y el operador de Chi l"a visto? -que envió a Londres un equipo especial-, además de levantar una violenta polémica sobre las infracciones éticas en que ha incurrido la televisión pública, presenta numerosas lagunas.

En primer lugar, hay quien duda de que el estado mental del presunto asesino, que en la confesión televisiva presenta el triple crimen como la obra de un demente - "entonces estaba loco, loco, loco", repite el mayor de los Carretta ante las cámaras-, requiera atención psiquiátrica. Para el profesor Francesco de Fazio, un especialista de los más reputados de Italia, Carretta podía sufrir muy bien un mero transtorno de la personalidad. Su expresión verbal y las referencias al padre como "un hombre honesto, trabajador", a la madre, como "una estupenda mujer que sufría mucho al no ver felices a sus hijos" y al hermano, "un chico estupendo que, desgraciadamente, por culpa de las malas compañías, había entrado en el túnel de la droga", dan la impresión de un frío cinismo. Sobre todo porque Ferdinando traza un cuadro familiar en agosto de 1989 poco esperanzador: "La situación se había deteriorado completamente. Mis problemas empezaron cuando era jovencísimo y todo fue a peor con el paso del tiempo. Más adelante ocurrieron hechos con mi padre de los cuales la culpa era sólo mía; en aquel verano era una persona completamente loca".

En segundo lugar, faltan, y todo apunta que faltarán para siempre, las pruebas del delito. Según Ferdinando Carretta, tras disparar contra su padre, su madre y su hermano, convivió unos días con los cadáveres en el domicilio familiar de Parma y optó después por deshacerse de ellos, echándolos en un basurero de las afueras de la ciudad. El arma del crimen, una pistola del calibre 6,35 comprada legalmente por el joven, que entonces contaba 27 años, la arrojó a un canal. Los peritos policiales desconfiaban ayer de la posibilidad de encontrar ningún rastro de los cuerpos, ni de la pistola, habida cuenta de lo mucho que ha cambiado la zona, que sigue siendo un basurero, en los últimos nueve años. La historia tampoco convenció a los pocos familiares lejanos de los Carretta que quedan en Parma, y para terminar de convertir en un misterio la reaparición de Ferdinando, el periódico Ultime Notizie publicó ayer un dato confirmado por la policía, según la cual Giuseppe Carretta no ha dejado de hacer su puntual declaración de la renta desde 1992, es decir, desde tres años después de ser asesinado por su hijo mayor. Los carabinieri de Parma no descartan que la declaración la haya redactado algún apoderado de los bienes de la familia, pero no son capaces de explicar de quién se trata, ni con qué objeto ha cumplido con un requisito fiscal tan molesto, cuando Giuseppe Carretta poseía la mejor de las coartadas, estar muerto.

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