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Tribuna:DE PASADA
Tribuna
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Nieve

En las ciudades como Granada donde abundan los oficinistas y los empleos sedentarios no sólo hay un gran parque de sillas -desde la poltrona a la gestatoría- sino que también predominan las miradas horizontales y las cabizbajas. Las primeras sirven para escudriñar a los usuarios que solicitan una gracia municipal o algún certificado para justificar ante la Administración evidencias tales como haber nacido, haber muerto o vivir en cierta calle. La mirada horizontal se divide en inquisitiva, impasible, de fastidio y devastadora. Para prevenir los efectos del choque entre la mirada del empleado y la suplicante del usuario, los centros públicos y los bancos interponen entre ambas un cristal blindado; el único contacto se produce a través de una gatera situada a la altura del vientre lo suficientemente angosta para que sólo se rocen los dedos. Las miradas cabizbajas, por su lado, su utilizan para eludir la intensidad de las horizontales y sugerir descuido, pereza o ensimismamiento. Sin embargo, a partir de la sequía de 1995, los granadinos, incluida toda la grey burocrática, empezamos a mirar con extraña asiduidad hacia arriba. Jerónimo Páez, Manuel Santaella y Juan Prieto nos hicieron comprender que nuestro futuro como capital mundial del esquí, y como centro turístico de los deportes de invierno, dependía de cuándo y cómo nevara o, mejor dicho, de lo blanco que estuvieran los picos de Sierra Nevada. Si pardos, malo; si blanquinosos, regular; si enlucidos, bueno. Tanto sufrimos implorando una nevada copiosa que no llegó que desde entonces hemos adquirido el hábito de mirar hacia arriba con una asiduidad probablemente dañina para la pronta resolución de las instancias o la expedición de documentos. Es llegar septiembre o mediar octubre y no hay quien pueda evitar mirar la montaña. El color del monte es como un termómetro de fortuna, al margen de que a uno le guste la nieve, sepa esquiar o le importe una higa la competición mundial. La sierra es como un horóscopo pero más fiable que las ciencias meteorológicas, por más que su reiterada consulta provoque ansiedad y descuido en las tareas de mesa. Ya estamos en diciembre y la borrasca se atrasa. Si no nieva la ruina será triple: no vendrán los esquiadores, las oficinas acumularán tremendos retrasos y la gente caminará con la mirada en alto con las previsibles consecuencias para los accidentes de tráfico.

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