Hallazgos frecuentes

Hace apenas un mes, los técnicos que realizan obras en la plaza de Vázquez de Mella se dirigieron a Gerencia Municipal de Urbanismo para pedir el trazado de los viajes de agua, ya que, en sus trabajos de subsuelo, habían dado con uno de envergadura considerable. Estos hallazgos son muy frecuentes en Madrid.De los aproximadamente 140 kilómetros de la red madrileña, 70 kilómetros de viajes de agua de Madrid eran visitables entre 1910 y 1935; unos 57 kilómetros se hallaban en buen estado; 42 tenían cañerías; 29 se hallaban revestidos de ladrillo, y el resto, sin revestimientos.

En el año 1614 se reconstruyó el viaje de la Castellana, en obras que duraron hasta 1621. En el siglo XVIII, los ingenieros Teodoro de Ardemans, en 1724, y Aznar de Polanco, en 1727, realizaron minuciosos estudios de trazados y caudales de los viajes de agua de Madrid. Fue la etapa de máximo esplendor de este sistema de abastecimiento, con nuevas conducciones, como la de Alcubilla, en 1741; Castellana, en 1744; Bajo Abroñigal, en 1771, y Alto Abroñigal, en 1796. El aforo total de los viajes de agua se promediaba en 1,4 metros por segundo a lo largo de un kilómetro, según Bernardo López Camacho. Miles de ramales surcaban entonces el subsuelo de Madrid, entre Palacio y Puerta Cerrada, entre Retiro y Fuente del Berro. A partir del acceso del Canal de IsabelII a Madrid, en 1858, los viajes pasaron a un segundo plano. Ya entrado nuestro siglo, quedaron semiabandonados; las toberas de aireación, convertidas en pozos negros, y muchas de las conducciones, anegadas por la desidia. En 1924, una gran sequía los abrió de nuevo, pero, por el descuido de las aguas durante décadas, surgió una epidemia de tifoideas muy mortífera. En el asedio de 1936 se estudió su reapertura. Los últimos mapas municipales conocidos son de 1985.