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Reportaje:

Náufragos de un 'buque fantasma'

Un armador alemán abandona su barco y tripulación en el puerto de Barcelona después de seis meses sin pagar los salarios.

La vida de seis marineros, cinco de ellos ucranios y uno de nacionalidad rusa, quedó estancada el pasado 9 de mayo en el puerto de Barcelona. Desde aquel día, las horas transcurren con angustiosa lentitud para Maksim, OlexanderM., Sergiyivan, Eugeni, Sergey y Olexander Z. La ayuda de organizaciones humanitarias les garantiza la manutención diaria, atención sanitaria cuando la necesitan y apoyo moral, lo que les hace más soportable la interminable espera en los vetustos camarotes del Río Aroa, un herrumbroso e inmenso buque mercante de bandera chipriota que ya no necesita de sus servicios. Los seis marineros, que formaban parte de una tripulación formada por 22 miembros, se resisten a abandonar el barco hasta que se les paguen los salarios que se les adeudan. Pero para ello deben esperar a que la embarcación sea subastada y halle comprador.Nada más llegar a puerto, una orden preventiva de embargo inmovilizó al Río Aroa, que transportaba un cargamento de bobinas de acero procedentes de la India. Fueron los propios tripulantes, que llevaban más de seis meses sin cobrar un céntimo, quienes denunciaron al armador ante la delegación barcelonesa del sindicato International Transport Federation (ITF), cuyo inspector, Joan Mas, pidió al juzgado la retención preventiva del buque.

El armador, un ciudadano alemán al que ya le han embargado otros dos barcos, uno en Puerto Rico y otro en Estados Unidos, ha dejado abandonados a su suerte a los tripulantes del barco. Esta práctica no es insólita en el mundo de la marina mercante, donde algunos tiburones de los negocios navieros constituyen empresas sin solvencia que compran barcos antiguos, a menudo en subastas a precio de saldo, y enrolan a su tripulación en los países más pobres, donde es fácil encontrar marineros dispuestos a hacerse a la mar por un salario irrisorio. La procedencia de la cosmopolita tripulación del Río Aroa es reveladora de este fenómeno: Sri Lanka, India, Venezuela, Filipinas, Nicaragua, Ucrania y Rusia. "Curiosamente, el capitán no procedía de ninguno de estos países, sino que era de nacionalidad alemana", remarca Mas. En jerga naviera, los barcos que caen en manos de armadores dedicados a la especulación se conocen con el nombre de buques fantasma. En el mástil de estas embarcaciones suelen ondear banderas de países del Tercer Mundo, que "no pueden permitirse el lujo de despreciar los ingresos de las tasas de matriculación, aunque no tienen recursos para controlar si los buques cumplen todos los requisitos legales y de seguridad", explica Mas.

Los 22 tripulantes, que permanecieron a bordo tras dictarse la orden preventiva de embago, han ido abandonando el barco progresivamente hasta dejar solos a los seis marinos de la antigua URSS, que no se han rendido y no quieren dejar Barcelona sin tener en sus bolsillos, contante y sonante, el dinero que les corresponderá tras ser subastado el buque mercante. "No podemos confiar en que nos manden el dinero por transferencia bancaria. Las entidades financieras de Ucrania están en bancarrota y los bancos internacionales ya no operan en el país tras la grave crisis económica de agosto", afirma Maksim Prychyshyn, un lobo de mar de piel curtida que ejercía de ingeniero jefe de la tripulación y que ahora mata las horas construyendo una réplica en miniatura del buque que le ha hundido en la ruina. Como sus compatriotas, Prychyshyn no tiene coraje para regresar a casa sin dinero. "En estos momentos ya no sé qué debe estar comiendo mi familia", afirma Olexander Murashko, un ingeniero eléctrico naval de 48 años. Su hijo mayor es licenciado en Física, y su mujer, profesora, pero ambos están sin trabajo y la vida "es muy cara" en su ciudad, Simferópol, la capital de Crimea.

Casi la totalidad de la tripulación permaneció en el barco hasta finales de verano, pero la organización sindical ITF se ofreció a adelantarles el dinero del viaje de regreso a casa porque la situación se estaba haciendo insoportablemente larga. "En otros países, en un mes y medio se ordena el embargo definitivo del barco y se saca a subasta, pero en España la justicia es más lenta", indican representantes de ITF. Según fuentes judiciales, la sentencia del juzgado barcelonés que debe desbloquear la situación del buque fantasma "está al caer". Mientras, la resolución no llega, la desesperanza se apodera de los seis marinos que quedan en el buque. A finales de julio, el armador dejó de enviarles alimentos y combustible, lo que se interpreta, según el inspector Mas, como un indicio de que el dueño "se ha desentendido completamente no sólo de la tripulación, sino también del barco". Desde entonces, los marinos sobreviven gracias a la ayuda de Stella Maris, del Apostolado de Mar y de Cáritas.

La visita semanal de una responsable de la entidad asistencial diocesana inyecta una buena dosis de optimismo a los marineros. "Cuando me ven llegar se ponen contentísimos. No sólo porque les llevo alimentos frescos, sino también porque tienen a alguien con quien desahogarse: me hablan de sus familias, de los hijos que no ven desde hace meses o incluso años, de la indignación que sienten hacia el armador sin escrúpulos que les ha dejado tirados", explica la responsable de Cáritas.

Los marineros también se deshacen en elogios hacia los voluntarios de Stella Maris. "Sin ellos, no sé qué sería de nosotros", exclama el ingeniero de segunda Evgeni Terekhov, el más joven de los marineros de la antigua URSS y el que menos disimula su añoranza hacia su familia y su país. Durante su desafortunada estancia en Barcelona, Terekhov no pierde el tiempo: ya ha aprendido algunas palabras en catalán, quizá escuchando la radio o en sus esporádicos paseos por la Rambla de Barcelona. "Sólo vamos a mirar y a caminar porque es bueno para la salud. No hay dinero para el ocio", recalca.

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