Unió tiene un plan
El partido democristiano catalán, socio minoritario de la coalición nacionalista Convergència i Unió (CiU), tiene un plan. Un plan para el día siguiente a Jordi Pujol. La dirección de Unió Democràtica, encabezada por Josep Antoni Duran, ha empezado a trabajar para que el advenimiento del pospujolismo, y la consiguiente pugna por la herencia del liderazgo del nacionalismo catalán, no la pille desprevenida ni a contrapié. La decisión de Duran de ingresar en la candidatura de CiU al Parlament fue el primer paso. Con Duran en la Cámara catalana al frente de los diputados de Unió, este partido acentuará su imagen diferenciada dentro de CiU y potenciará su proyección pública y, en consecuencia, electoral. No es ningún secreto que la dirección democristiana ya ha decidido que en la próxima legislatura sus parlamentarios no se abstendrán de defender sus propias posiciones cuando difieran de las de sus aliados convergentes ni de votar distinto de éstos cuando así lo crean oportuno. El segundo paso, y no menos importante, es el reciente nombramiento de Josep Sánchez Llibre, un dirigente de la máxima confianza de Duran, como secretario de organización de Unió. El encargo de Sánchez Llibre no deja lugar a dudas: frente al deseo del aparato de Convergència de fusionar ambos partidos, la misión de Sánchez Llibre es fortalecer y extender las estructuras orgánicas y territoriales de Unió, y engrasar las relaciones entre las organizaciones locales y la dirección central. En suma, hacer un partido fuerte para afrontar "los tiempos difíciles" que se ciernen sobre el nacionalismo catalán, en expresión de un destacado democristiano. Dos meses después de que Convergència vetase a Duran como número dos de la candidatura electoral de Pujol, la dirección de Unió considera que las aspiraciones de este partido ya han tocado techo dentro de CiU y que la quiebra de la misma es poco menos que inevitable a medio plazo. Este pronóstico cobra aún más fuerza en las filas democristianas cuando sus dirigentes alargan la vista hacia el horizonte del pospujolismo. También muchos dirigentes convergentes divisan en ese horizonte impreciso una muy probable pugna entre distintos sectores de la coalición para hacerse con la herencia política y electoral del presidente catalán. Sin echar la vista tan lejos y aun en el caso de que CiU revalidase en las próximas elecciones su actual mayoría en el Parlament, los previsibles conflictos internos que se derivarán de la presencia de Duran en el grupo parlamentario también aconsejan a Unió disponer de una organización bien cohesionada y engrasada. Es decir, preparada para una posible espiral creciente de fricciones que venga a dar continuidad al rosario de crisis que ambos aliados arrastran a sus espaldas. Sánchez Llibre tiene aproximadamente un año para presentarse ante el próximo congreso de Unió con una organización sólida y potente de la que pueda surgir una nueva dirección que refleje asimismo esa perseguida fortaleza interna. Unió debería celebrar su congreso el próximo mes de diciembre, fecha en que se cumplirán los dos años preceptivos desde su último cónclave general. Pero la proximidad de las elecciones autonómicas y municipales de 1999 ha brindado a la dirección democristiana un argumento para aplazar la convocatoria congresual hasta después de esas citas electorales y dar tiempo así al nuevo secretario de organización para realizar la misión encomendada. Entretanto, Pujol prepara su sucesión en la figura de su consejero de Economía, Artur Mas, a quien proyecta nombrar conseller en cap del Gobierno catalán en la próxima legislatura si los nacionalistas revalidan su mayoría. Duran ya ha expresado a Pujol el rechazo de Unió a su plan sucesorio. Los democristianos no aceptarán un Gobierno catalán en el que ni el presidente ni el conseller en cap salgan de sus filas. Es más, sin renegar del liderazgo de Pujol durante los últimos 20 años, no están dispuestos a entrar en la era del pospujolismo poniéndose a la cola de un nuevo líder convergente durante otro tanto. Elecciones y renovación El rechazo de Unió, sin embargo, no supone freno alguno para el aparato de Convergència, que no sólo apuesta decididamente por el delfinato de Mas, sino que pide a Pujol que no espere a la próxima legislatura para nombrarle conseller en cap. El secretario general y el responsable de organización de Convergència, Pere Esteve y Felip Puig, así como buen número de cuadros convergentes, son partidarios de que Pujol convoque las elecciones en noviembre de 1999 y entretanto acometa la renovación de su Gobierno. La dirección de Convergència también es consciente de la dificultad que entraña mantener la coalición en pie durante los próximos años. De ahí su propuesta de fusión con Unió, especialmente interesante para los convergentes mientras sigan siendo orgánicamente muy superiores a los democristianos. Para tratar de lidiar con esta situación, Unió tiene un plan.
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