Oportunidad desperdiciada

Albert Pla, Jaleo y Daniel Higiénico y la Quartet de Baño Band. Arena Auditorium. Valencia, 26 de noviembre de 1998Fue una inmensa mayoría, sin duda, la que acudió atraída por el nombre del inclasificable e imprevisible Albert Pla, y al final del concierto, sin embargo, acabó seducida por el poderío flamenco de Jaleo. Es decir, en aquellos escasos momentos en los que el tremendo guitarrista Diego Cortés ("genio y figura", como apuntó, exultante y emocionado, Pla) y su lujosa corte de bailaoras e instrumentistas (mención especial para el prodigioso percusionista José Fortes) aparcaron el repertorio propio del artista de Sabadell y le estrecharon la mano a un tímido duende al que, todo hay que decirlo, le costó mucho decidirse a asomar el ombligo por el escenario. Para entonces, ya habían algún asistente convencido de que el espectáculo conjunto Jolines qué jaleo ofrecía menos sospechas de las previstas o que la inspiración y la genialidad de Albert Pla (o, en otras palabras, su capacidad para improvisar, provocar, interpretar y romper moldes frente al micrófono) se vio demasiado coartada por las exigencias de un guión o unos arreglos no siempre afortunados y excesivamente pendientes de subrayar, en todo momento, la fusión y el destello rumbero cuando, en ocasiones, ni siquiera hacía falta semejante esfuerzo. Veintegenarios, La dejo no la dejo y Carta al rey Melchor por citar tres ejemplos muy evidentes, hubieran requerido una interpretación más lustrosa o, por lo menos, original, diferente, para convencer a alguien de la eficacia de un maridaje artístico que necesitó muchos intentos (hasta con Lola la loca y La dama de la guadaña, dos piezas a priori muy aprovechables, desperdiciaron la oportunidad de subir el listón marcado por Pla en anteriores espectáculos) para consumarse felizmente. Joaquín el necio y El lado más bestia de la vida, con los que se despidieron antes de pasar al capítulo de los bises, fueron, junto a Mañana lo dejo y poca cosa más, los únicos instantes en los que, a base de palmas, coros flamencos y una guitarra radiante que echaba chispas, Pla y Jaleo justificaron su unión más allá de la conveniencia (no parece ser éste el caso, vaya) o el simple entretenimiento amistoso. La conclusión es obvia: demasiado ruido (y adjetivos rimbombantes empleados para definir un espectáculo divertido y curioso, pero escaso en aportaciones novedosas) para tan pocas nueces. Una pena porque podía (y debía) haber dado mucho más de sí. Entretenido carrusel De Daniel Higiénico y la Quartet de Baño Band, seguramente, se esperaba bastante menos y quizá por eso el entretenido carrusel de indescriptibles personajes (el hombre cucaracha, el diablo en persona o el macarrilla discotequero que, a la manera de Albert Pla, relata sus hazañas nocturnas sobre la melodía Walk on the wild side) que deambulan por sus canciones (edificadas sobre los cimientos de ese rock urbano tan apreciado en los ochenta y en el que se dan la mano Sabina, Rosendo y Suburbano) despertó tantas sonrisas y aplausos.