La policía detiene a un jubilado que tenía escondidos 175 kilogramos de hachís
Blas C. M. es un jubilado de 65 años que había trabajado en una empresa de autocares y que en la actualidad tiene negocios de compraventa de coches de segunda mano. El pasado sábado, agentes del Cuerpo Nacional de Policía le detuvieron por esconder 175 kilogramos de hachís. Según las pesquisas, el hombre se sacaba una suculentísima sobrepensión con su lucrativa actividad de narcotraficante.
Blas C. M. no tiene ningún antecedente penal ni judicial. A la policía no le constaba que se dedicara al negocio del tráfico de hachís. Blas C. es una persona vulgar y responde a todos los estereotipos de su edad y condición. Tanto es así que, cuando la policía fue alertada de la existencia de un hombre que traficaba con hachís en la zona del Poblenou de Barcelona que linda con La Mina, la descripción que se hizo de él a los agentes decía textualmente que se trataba de un "individuo de complexión gruesa, de unos 65 años, 1,60 metros de estatura, con gafas graduadas y pelo canoso". Con estos datos, los agentes de la comisaría Zonal 1 patearon las calles en busca de un hombre que encajara con la descripción. En una de éstas, se toparon con Blas C. Le siguieron. Vieron que no se comportaba de forma normal, que cambiaba frecuentemente de coche y, cuando iba a pie, vigilaba constantemente si le seguía alguien. Esta actitud, típica de quien algo quiere ocultar, le acabó delatando, era la señal clara que necesitaban los policías para saber que Blas C. era su hombre, el traficante de chocolate que buscaban. El pasado sábado le detuvieron cuando viajaba en uno de los múltiples coches que utilizaba en sus desplazamientos. En el interior del vehículo, la policía halló 104 kilos de hachís. En su domicilio de la calle de Alfons el Màgnanim, donde vivía con su esposa, y en otro piso fueron encontrados otros 74 kilos de chocolate. En un local de la calle de Provençals, los agentes hallaron cinco coches. La particularidad es que dos -un Opel Vectra y un Peugeot 405- tenían un doble fondo situado entre el respaldo trasero y el portaequipajes. La policía cree que Blas C., posiblemente, utilizó sus contactos de cuando trabajaba en la empresa de autocares para montar un sistema de distribución de hachís, que alguien le enviaba a Barcelona en gran volumen. Desde esta ciudad, Blas tenía capacidad para suministrar a vendedores de un escalón inferior cantidades de hasta 50 kilos de chocolate.
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