No los moverán
A quel rector de la Universidad de Salamanca reunió a todos los jóvenes de las distintas tribus que poblaban la tierra y les comunicó la buena nueva: "Yo soy yo y mis circunstancias". Los reunidos se miraron asombrados y, después, mostraron su acuerdo para cambiar el orden de la frase proclamada por aquel rector: "Nosotros somos nuestras circunstancias y nosotros". Años más tarde, Miguel de Unamuno -el rector-, ni vencido ni convencido, era no más que Niebla, y un consejero de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía se preguntaba si los jóvenes son ellos y la movida, o viceversa. Isaías Pérez Saldaña -el consejero de Asuntos Sociales- anuncia ahora la inminente reunión de todos los hombres y mujeres, sin distinción por causa de la edad, de las distintas tribus que pueblan las noches andaluzas para anunciarles otra nueva, también buena: "La movida de los jóvenes sólo se arreglará en una mesa de diálogo". Supongo que Pérez Saldaña olvidó añadir que la movida, los jóvenes y la mesa son sus circunstancias. Entre asombrados y perplejos, puede que cuantos asistan a esa reunión -la mesa- acepten la profética de Isaías -el consejero- y consientan sentarse para dialogar. Los jóvenes, sin embargo, continuarán siendo ellos en la movida, y viceversa. Esa es mi profecía. A Isaías le pegan cuarenta jornadas en el desierto dedicado a comparar el tamaño de los pedruscos que asuelan el páramo con las dimensiones de un pan cateto de Alhaurín el Grande. A la vuelta, ya comido y descansado, si dice lo de "...es conveniente ir rebajando la emisión de películas agresivas y que dan a entender a algunos jóvenes que esa es la única manera de vivir en sociedad..." -reproduzco parte de un texto enviado por este consejero a los medios de comunicación- ni Dios se da un pingo. Hombres y dioses, o viceversa, pensarían que cuarenta jornadas con la sesera bajo el sol, entre pedruscos del tamaño de un pan cateto, pueden afectar seriamente a la salud mental de cualquiera, incluso si es consejero. Lo malo no es que Isaías escribiese semejante párrafo, lo malo es que lo escribió sin pegarse las cuarenta jornadas de solazo en el desierto. O sea que, en su caso, el tabaco es lo que perjudica seriamente a su salud. No obstante (créanme, yo fui joven), en esto de la movida y los jóvenes y viceversa hay que oír a todos, también a los vecinos y a los alcaldes, de ahí que la idea de la mesa, aunque fuese de marmolillo, parezca buena para un diálogo sin cuadernos aprendidos y con la totalidad de las partes en cruel litigio -hay de por medio un muerto de navaja a los 24 años de su edad- dispuestas, por fin, para oír y para escuchar a los jóvenes, en el supuesto de que estos últimos decidan ocupar plaza en la mesa. Si la ocupan -y esperemos que así sea porque alguien los haya invitado-, quizás convenga esmerarse en mirar con buen ojo la representatividad del sentado/a por parte de los jóvenes, no sea que el elegido/a pertenezca a la tercera edad, o que comulgue con las ruedas de molino de cualquier otro partícipe distinto al que se pretende representar. Entre tanto, Isaías Pérez Saldaña es hoy mismo unas circunstancias y una idea ajenas ambas a Isaías Pérez Saldaña. La idea consiste en la reiterada mesa, y, como todo lo bueno, dicen que viene de arriba -en este caso, el Dios que habita a esas alturas se llama Manuel Chaves-; las circunstancias proceden cada una de su padre y de su madre. A saber, y por parte de padre: "Los adultos llevamos mucho tiempo empujando a los jóvenes y no sé a dónde vamos a llegar" (Antonio Medina, presidente de la Confederación de Asociaciones de Vecinos de Andalucía, CAVA); "La movida se soluciona con jueces locales" (Pascual Maragall, candidato socialista a la Generalitat catalana); "Es impresionante que haya los fines de semana 30.000 o 40.000 chavales en la calle y las pocas cosas que suceden" (Enrique Álvarez, número dos de la Jefatura Superior de Policía de Sevilla); "La movida no es una enfermedad que hay que erradicar, sino un síntoma" (Antonio de los Reyes, tesorero del Consejo de la Juventud de Andalucía). A más saber, y por parte de madre: "Se trata de un problema de educación y cultura de los jóvenes" (Soledad Becerril, alcaldesa de Sevilla, y Amalia Gómez, secretaria general de Asuntos Sociales). "¿Qué es la movida?", puede que se pregunte en sus presuntas noches insomnes Isaías Pérez Saldaña. Algunos le responden que violencia, alcohol, drogas y mierda abandonada en las calles asoladas por la estampida juvenil de los fines de semana; otros, que las señas de identidad de unos jóvenes que no tienen ni quien les atienda, ni quien se interese en atenderlos sin que estalle un cataclismo. En cualquier caso, la movida está ahí, justamente en las calles donde está. Nadie va a cambiarla de sitio -ya no sería movida- y nadie acabará con ella. No los moverán, me parece presentir. Y es entonces cuando sé que Isaías Pérez Saldaña es una circunstancia que se divide en dos: la idea y la movida. Vivir y pensar, después de todo, no es más que eso: moverse.
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