El futuro
Mucha gente cree que al arrojar a sus amigos por la ventana, Aznar intenta construirse un futuro. No es verdad. Lo que este hombre necesita es un pasado. Tiene que ser muy duro volver la vista y no ver otra cosa que los rostros de Miguel Ángel Rodríguez, Francisco Álvarez Cascos, o López-Amor. Es cierto que el primero amenazaba muy bien a los desafectos, que el segundo disparaba con una furia insólita a los medios de comunicación insumisos, que la chulería del tercero desarmaba a cualquier persona educada. Con esa colección de rostros y un jefe lo suficientemente cruel se puede controlar un barrio de regulares diimensiones. Pero los que se aferran con nostalgia al barrio no crecen. Llega un punto en el que las peleas callejeras te amargan el placer de ser un hombre de Estado. Además, si durante el tiempo de permanencia en la Moncloa no te conviertes en el artífice de alguna transición, al salir tampoco te llaman para dar conferencias en Venezuela. A cierta edad hay que pensar en el futuro.De modo que Aznar necesita un pasado y ya que no puede censurarse los artículos de La Nueva Rioja, ha decidido borrar a sus asesores. No es fácil: López-Amor, sin ir más lejos, se hizo fuerte detrás del sillón decidido a resistir hasta que le entregaran un "puesto atractivo". Vaya usted a saber lo que considera atractivo un hombre que se sentía cómodo en el Ente, aunque lo importante es que el acuerdo fue rápido y que los rehenes ya están libres.
Pero Aznar tiene mucho pasado y no hay suficientes empresas públicas para almacenarlo todo. Tendrá, en fin, que dedicar al asunto tantas energías que quizá no le queden fuerzas para crearse un futuro. Por otra parte, el futuro se lo han hecho hasta ahora muy bien Pujol y Arzalluz. Yo, en su caso, volvería a encargárselo.
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