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Esteve y Mallarmé XAVIER BRU DE SALA

Inspirándose en el poema de los dados del poeta simbolista francés -"jamás una tirada abolirá el azar"-, Pere Esteve ha encontrado la quintaesencia del simbolismo político: "De una sola tirada se abolió Madrid". Alguna voz positivista dirá que andaba con el pie forzado. Naturalmente. Es tontería presumir que escandir versos equivale a ponerse una cotilla. Los grandes hallazgos de la poesía -y estamos en los dominios endecasilábicos de la más alta poesía política que jamás se haya escrito en Cataluña- siempre provienen del pie forzado. Mucho se ha discutido sobre ciertas tendencias extremas del simbolismo o el formalismo y la supresión de la realidad. No había de qué. La realidad política indica a todas luces que el poder está en Madrid y que al secretario general de un partido como CDC le corresponde un papel importante en los escenarios donde se cuece la política que afecta al día a día de los ciudadanos, en nuestro caso, Barcelona y Madrid. Pujol, Roca, Molins y Duran han vivido con un pie en cada ciudad. Esteve, como todos los innovadores, ha roto el convencionalismo. No contento con vivir con un pie en Galicia y otro en Euskadi, además de mantener el tercero en Cataluña, se dispone ahora a sublimar la realidad. El maestro Mallarmé no suprimía la realidad, la sublimaba. Pues lo mismo. Poco importa que, en el plano de los pobres positivistas, la operación, más que devaluar Madrid, como sin duda se pretende, devalúe a un tiempo el propio cargo y el Parlamento de Estrasburgo. De allí a Barcelona no hay puente aéreo, a Europa hay que mandar a alguien con plena dedicación, argumentarán los ignorantes del simbolismo político, además de recordar que el mismo Esteve aseguró que se iba a dedicar por completo al partido. Que digan. Lo importante no es que el CDC quede en manos de Felip Puig y que peligre el lobbismo tan bien llevado por Gasòliba. Estamos ante una innovación que sólo alcanzan a comprender las mentes más abiertas y sutiles. Además de en Mallarmé, Esteve se ha inspirado en una publicación de cuando era joven, la Carta de Brest, firmada por una infinidad de grupúsculos de las más variopintas naciones, de las cuales los opositores rojocatalanistas al régimen de Franco no habíamos oído hablar. Pero consolaba ser muchos. Ahora Europa ha cambiado. El Friul todavía no ha alcanzado la soberanía compartida, pero ahí están Adams, Bossi, galeses, escoceses, corsos, frisones y una docena más de posibles aliados estratégicos que, bajo el liderazgo simbólico-político de Pere Esteve, pueden cambiar en poco tiempo las relaciones de poder en Europa. No se rían. Mallarmé lo consiguió en el terreno estético con muchas menos palancas.

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