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Seis perros siberianos, campeones de trineos sin nieve

Vizcaya puede ya exhibir sus primeros perros campeones provinciales (en lo deportivo); campeones musculados, perfectamente entrenados, minuciosamente alimentados y mimados, mucho más de lo que algunos humanos lo serán jamás. Holly, Thelma, Mia, Grey, Frodo y Konna, exhaustos huskys siberianos, se recuperaban del esfuerzo a base de bebidas isotónicas. Mientras, su conductor, Luis Manuel Hueso, vencedor absoluto, recogía el trofeo que también le acredita como el primer campeón vizcaíno de mushing (carreras de trineos tirados por perros), una especialidad reconocida por la Federación Vizcaína de Deportes de Invierno sólo desde hace un año. Sin embargo, en las campas del antiguo aeropuerto de Dima no patinó ni un sólo trineo. No había nieve, pero sí un leve ambiente polar: frío (5º), niebla y agua. Las ruedas sustituyen a los patines cuando falta el manto blanco, una forma de preparar las pruebas más interesantes, como la famosa Pirena o el campeonato del mundo. Los perros vencedores no tiraban otra cosa que un triciclo, con ruedas de bicicleta de montaña, horquilla de suspensión y potentes frenos. Eran los favoritos, venían de entrenarse duramente en las Landas francesas, acarreando un quad, una de esas motos de cuatro ruedas pensadas para la arena. "Es la primera parte de su preparación -explica Fernando Ruiz, responsable del vizcaíno equipo Iparra-, la que les permite adquirir fuerza. Más tarde, les adiestramos para que ganen en velocidad". Ritual afectivo No hubo codazos en la salida de la segunda y definitiva jornada del campeonato: tan sólo participaron 17 personas; unos conducían triciclos, otros bicicletas sin cadena tiradas únicamente por un par de perros y el más aparatoso, un quad sin motor, se veía arrastrado por ocho perros. Parejo a la sinfonía de ladridos, los momentos previos a la salida constituyen un ritual afectivo, por supuesto con los canes como protagonistas. Tres horas antes de competir, los animales deben beber entre un litro y un litro y medio de agua, empresa nada evidente. Para engañarles, se añaden trozos de pescado o pienso en el cuenco del agua. Los perros, que observan una dieta tan estricta y equilibrada como poco económica -Fernando Ruiz necesita 700.000 pesetas anuales para alimentar a sus 20 competidores- reclaman constantemente la atención de sus dueños y estos no escatiman caricias o palabras de ánimo. Las órdenes en carrera se administran en el idioma de los habitantes de Alaska. Quizás por esta razón el musher que se empeñó en animar a sus protegidos con potentes goazen (vamos) se encontraba descolgado apenas recorrido medio kilómetro de los ocho programados. La salida, en grupo (dado la escasez de inscritos y la anchura de la campa), recordó inevitablemente a los pioneros de La conquista del oeste y pudo acabar en catástrofe: en el embudo que daba acceso a la primera parte del recorrido, los perros olvidaron su perfil de atletas y recuperaron su instinto perruno: muchos de ellos frenaron para atender a un Fox Terrier mezclado entre el público. Unos cuantos insultos, administrados por igual al dueño del can y a los animales rebeldes, recondujeron la situación. Este tipo de carreras, inéditas hasta este fin de semana en el País Vasco, gozan de cierta popularidad en Madrid y en Cataluña. Los perros nórdicos (huskys, malamutes y samoyedos) compiten sobre el barro o la tierra a modo de preparación para las pruebas que se disputan sobre nieve. Maite Barruetabeina, la mujer de Fernando Ruiz, se subió por vez primera a un trineo durante la última Pirena. "Los patrocinadores prefieren un rostro bonito", explica Fernando, preocupado por mantener el patrocinio que le permite asumir los dos millones de pesetas necesarios para afrontar la temporada. Antidóping animal La convulsión creada por los últimos escándalos relacionados con el dopaje no salpica a ésta especialidad. Sin embargo, los servicios veterinarios someten a los participantes (animales) a un sencillo y rápido análisis de orina que les acusa o les exculpa en cuestión de minutos. La falta de presupuesto obvió ayer ésta práctica que también ocupa a los conductores. Como tanteo ilusionado, la prueba no merecía los rigores de otras, más profesionales, celebradas en Europa. El mushing se popularizó de la mano de los primeros colonos canadienses que se adentraron en el continente, guiados por la fiebre del oro. Desde sus trineos, animaban al tiro en francés, al grito de marchez (andad), costumbre que recogieron más tarde los ingleses, que deformaron el vocablo hasta convertirlo en el actual mushing. En el País Vasco, jamás había sonado tanto. Hace un año se creó el primer club (Euskarod, en Vizcaya), necesario para formalizar las licencias federativas que reconocen esta práctica como actividad deportiva. El estreno de Dima no quedará en anécdota: Durango podría acoger el próximo invierno una prueba de carácter internacional, una excusa para promocionar una especialidad que ya cuenta con campeones provinciales. ¿Para cuándo los primeros perros campeones olímpicos?

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