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Tribuna
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Fútbol melodramático

Luis Gómez

Es de general aplicación en el fútbol español que cualquier victoria es bienvenida aunque se produzca en el último minuto y de penalti injusto. Bajo esa dialéctica, nuestro fútbol es un campo minado donde han tomado cuerpo ciertas formas de picaresca: el jugador que engaña al árbitro, el que trata de cuestionar a su entrenador aprovechando una racha de malos resultados, el directivo que se siente líder de opinión y quiere levantar a las masas para el partido de la jornada. Nuestro fútbol se acerca más al melodrama que a la fiesta.El sindicato de futbolistas parece dispuesto a redactar un código deontológico que reclame buena conducta a sus afiliados. Y para ello es necesario que el sindicato tome la iniciativa en la denuncia, desapruebe públicamente algunas conductas cuando se produzcan o solicite de los comités correspondientes las sanciones reglamentarias. Se lo hemos visto hacer a la asociación inglesa de futbolistas, ahora que tomamos como ejemplo de sinceridad al fútbol británico.

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Un decálogo para la deportividad

Claro está que de esa iniciativa deberíamos participar (al menos reflexionar) los medios de comunicación, que tendemos a no considerarnos culpables de cuanto sucede. La prensa deportiva española gasta en ocasiones más energía en delatar que en analizar, porque se ha acostumbrado a vivir pendiente de cazar culpables y gusta del vocabulario guerrero y tabernario. Descubrimos al jugador descontento con el entrenador, despertamos las flaquezas del presidente propagando sus exabruptos y magnificando sus dispendios, ridiculizamos a los árbitros a fuerza de demostrar, con el auxilio de la tecnología punta, cuánto se equivocan. Tenemos tendencia a usar las estadísticas más para glosar los aspectos negativos que los positivos. No parece del todo claro si esa es una manera de informar o de participar también de la confusión.

Al fútbol español le sobra dramatismo y le falta nobleza. Hay tal exceso de teatralidad en todo cuanto le rodea que se ha terminado por erradicar la sinceridad en el juego. Si nos parece que los italianos se comportan como italianos, si identificamos a los ingleses como ingleses, si comprobamos cómo los holandeses se mantienen fieles a su patrón de juego... qué dirán de los españoles. Posiblemente, que hablamos y gesticulamos demasiado. No deja de ser una forma de entender que, en definitiva, por hacer tanto teatro hemos terminado por perder estilo sobre el terreno de juego.

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