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De negro y rosa

PACO MARISCAL Lo relevante y socialmente significativo no suele tratarse en esos programas triviales de nuestra televisión autonómica, ocupados en braguetas y entrepiernas más o menos soeces de famosos y famosas; lo relevante socialmente es la solidaridad y el dolor que originan entre nosotros las víctimas de huracanes tropicales, y los rostros desconocidos de unas siglas juveniles valencianas que fueron y son noticia. A.P.P., de como 15 años, se nos fue en Muro d"Alcoi en un accidente laboral. A.P.P. desertó de los libros de texto y fue un objetor escolar de nuevos sistemas educativos, donde la diferencia es un vocablo y no una actuación concreta. Porque la escolarización obligatoria que se acaba de introducir y generalizar es tan necesaria como necesaria es la concienciación social de dicha necesidad escolar; tan necesaria como evidente es la falta de un tratamiento específico y puntual de todos los A.P.P. que habitan entre nosotros. Y ese tratamiento específico tiene una responsabilidad compartida: el conseller Camps, los padres, los maestros, los amigos, y usted y yo, vecino, todos somos responsables de un clima social que prestigie la escuela como centro fundamental, aunque no único, donde se formen los jóvenes, y se preparen para la vida y no para la muerte. A Aarón, en Cocentaina, no le gustaba la escuela, que le gustaba el trabajo, y tropezó con la parca en, al parecer, lamentables condiciones laborales. A.P.P. fue el negro y las lágrimas por donde el sur valenciano. Por donde el norte, por donde Castellón y Burriana, y más arriba por donde La Jonquera, las siglas de dos adolescentes se matizaron de rosa. C.C.Z. y M.P.A emularon la aventura de los peregrinitos de Lorca que fueron a Roma a que los casara el Papa. En una, con 14 años, y en el otro, con 15, mordió el reptil del amor sus venas adolescentes. Se enamoraron, se quisieron, sustrajeron un furgoneta, algún dinero y pocos enseres, y tomaron el norte. No eran, ni son, según sus padres y según la policía, especialmente conflictivos. Es que la una en Castellón y el otro en Burriana se amaban, y los Mossos d"Esquadra de más arriba del Ebro los detuvieron donde La Jonquera. No llegaron a Roma ni tuvo oportunidad el Papa de preguntarles si habían pecado. Los uniformados que se ocupan del orden le pusieron punto y detención a su aventura cerca de la frontera francesa. Según informaron los Mossos, C.C.Z y M.P.A. rogaban entre lágrimas y en la comisaria que no los separaran. Y eso fue ese otro día, cuando el huracán tropical se cebaba en las tierras entrañables de la América hispana y, en Muro d"Alcoi, A.P.P. todavía acudía a su trabajo. Pero el adolescente de Cocentaina o los peregrinitos de Castellón y Burriana -norte y sur valenciano- no pertenecen a la nobleza rancia y ridícula de las revistas del corazón, ni fueron toreros deslenguados ni encantadores de serpientes. Sus vidas o su muerte son la crónica social de una realidad inmediata y próxima.Y quizás por ello no es merecedora de espectáculos televisivos autonómicos. Aunque esa realidad está ahí, y encontrar una salida a los problemas de A.P.P., o de C.C.Z. y M.P.A., no vendría a ser otra cosa que solucionar los nuestros y propios.

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