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La tapia entró por la ventana

La caída de un muro de 40 metros de largo y 15 de alto sepultó coches y tiendas en la avenida de América

Los vecinos de cuatro bloques de nueve plantas de la avenida de Ámerica (números 2, 4, 6 y 8) notaron ayer cómo el suelo tembló a las seis de la tarde. Algunos pensaron que se trataba de un terremoto; otros, que una bomba, y unos terceros, que las excavadoras que construyen en las proximidades el intercambiador de transportes habían entrado en los pisos. Nadie, en un principio, acertó: un muro de 40 metros de largo y 15 metros de altura, que separaba los bloques del cercano instituto Cervantes, se desplomó sin que ayer por la noche se hubiera dado con la causa.La tapia hecha añicos pesaba 320 toneladas de piedra y ladrillos, y sepultó numerosos coches y destrozó varios locales comerciales del sótano, entre los que se contaban una clínica dental y una productora audiovisual. Los propietarios de esta empresa aseguraron ayer que el muro "había destrozado dos despachos y una sala llena de cámaras y cintas". Estos propietarios añadieron que estaban deseando enterarse "de quién era el culpable para pedir la indemnización correspondiente".

Sólo una persona resultó herida leve: el dentista Eduardo Fernandez, de 43 años. El odontólogo relató tras el incidente que oyó un gran estruendo y vio después "cómo se metía una pared por la ventana" y notó que un cascote le golpeaba en el ojo y le dejaba una lesión sin importancia.

El derrumbe provocó la alarma en el vecindario. Muchos de los vecinos bajaron a la calle para enterarse de qué había pasado. Y los que no bajaron fueron desalojados por la policía. Los agentes supusieron, en un primer momento, que la estructura de los edificios había resultado dañada por el empujón del muro. Al lugar del suceso acudió un ejército de salvamento: seis ambulancias, 10 coches patrulla, cinco camiones de bomberos (con 30 efectivos) y una grúa gigante, denominada retropala, que inmediatamente se puso a retirar las toneladas de piedra y ladrillo. Los agentes incluso llevaron perros especiales para buscar personas sepultadas que al final no hicieron falta. Todo el despliegue provocó un atasco fenomenal en el arranque de la N-II, que a esa hora sufre ya de por sí una avalancha de conductores.

Una hora después del derrumbe ya estaba claro que el edificio no había sido afectado, así que la discusión entre los vecinos giró hacia otro tema: ¿qué causó el estropicio? Hubo versiones para todos los gustos. Mario Rodero, portero del número 6, señaló que la reforma que se acometió en la tapia hace dos años "no fue correcta". "Tanto el instituto Cervantes, que da a un lado del muro, como las comunidades de vecinos arreglaron la tapia, pero sólo la mitad", añadió Rodero. Otro residente, Emilio, culpó del accidente a "un conductor que al hacer una maniobra golpeó el muro". Los policías que custodiaban el instituto Cervantes respondieron que esto último era "imposible". Un tercer vecino, José Gilart, de 49 años, acusó a las obras del intercambiador de transportes. Los bomberos, que ayer retiraron escombros durante toda la noche, no adelantaron ninguna explicación: esperarán a que un informe elaborado por el Ayuntamiento esclarezca el misterio.

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