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CICLISMO: TOUR 99

Una carrera a la medida de Ullrich

Carlos Arribas

La revolución de 1999, el primer Tour de la era postdopaje, se quedará en el lado moral-ético, que no en lo que respecta al recorrido. Olvidadas las pequeñas concesiones a la espectacularidad y al cambio por el cambio, 1999 significa un regreso al clasicismo, al tipo de trazado que todos los aficionados españoles se aprendieron de memoria en los años en que Miguel Induráin reinaba. Inicio, con un prólogo de 8 kilómetros en Le Puy du Fou, el sábado 3 de julio. Una semana llana, una contrarreloj más llana, primer macizo montañoso (en este caso los Alpes, ya que tras dos años al revés, se vuelve a correr en el sentido de las agujas del reloj, con llegadas en alto ya típicas: Alpe d"Huez y Sestriere), cuatro días de transición (regreso al macizo central), segundo macizo montañoso (Pirineos, con llegada en alto al insólito Piau Engaly), contrarreloj en las cercanías de París y fin de fiesta el día de Santiago, el domingo 25 de julio. "Un recorrido para hombres completos", analizó Eusebio Unzue (Banesto). "Como siempre", dijo Javier Mínguez (Vitalicio). "Echo de menos otra llegada en alto", dijo Álvaro Pino (Kelme). "Me gusta que haya una contrarreloj llana antes de la primera montaña", añadió Manolo Sáiz (ONCE). Un Tour para Ullrich, si el alemán, el ciclista más cercano al perfil que reclama tal trazado, no falla. Ullrich, ganador en 1997 y segundo en 1996 y 1998, es el corredor que más diferencia puede sacar en las contrarreloj y que menos tiempo puede perder en la montaña. Difícil para Pantani. "No me han hecho ningún regalo", dijo el italiano, ganador en 1998. Un recorrido que, exceptuando a Olano, se aleja del perfil de los corredores españoles que más ilusión despiertan entre la afición.La mayor novedad es la inclusión de un segundo día de descanso, el tercer lunes, antes de los Pirineos, respuesta "humanizadora" de la organización a los que alegan que la dureza de las grandes carreras hace obligatorio el recurso al dopaje. Con ello, las etapas se reducen a 20, y con ellas el kilometraje total, inferior a los 3.700 kilómetros, unos 180 por día. En tiempos de Induráin rondaba los 4.000, en tiempos de Merckx (años 70), los 4.500, y en tiempos de Anquetil (años 60), los 4.700.

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Comparado con el Tour pasado, en el que el inesperado desfallecimiento de Jan Ullrich provocado por Marco Pantani en el Galibier dio el triunfo a un escalador nato, el de 1999 no parece ni más duro ni más blando. "Son 23 puertos puntuables entre segunda, primera y hors categorie", contó Jean Marie Leblanc, director general del Tour. "Los mismos que en el 98. Y los kilómetros contrarreloj sumarán 118, más o menos los mismos que en el 98". Sin embargo, hay una diferencia: habrá una llegada más en alto. No es la mejor noticia para Abraham Olano, el español que más posibilidades tiene de portar la bandera de la afición. Pero tampoco a los escaladores les viene como anillo al dedo: en más de 110 kilómetros contrarreloj será muy difícil para Jiménez, Heras o Escartín perder menos de 10 minutos con Ullrich u Olano.

Fue curioso y divertido. No fue un error preguntar a Unzue por las posibilidades de Alex Zülle y a Manolo Sáiz por las de Abraham Olano. Cambio de parejas. Por eso, quizás, el director del Banesto sufrió un mini lapsus y citó mucho antes a Jiménez que al suizo miope, su nuevo líder, el hombre que mejor les puede dejar situados. E incluso ganar. "Jiménez y Escartín", aventuró el director navarro, "pueden aspirar a quedar como mucho entre los 10 primeros a juzgar por lo que han hecho hasta ahora". Sáiz, en cambio, apenas habló de Jalabert, su líder hasta la temporada pasada. Fue mucho más rápido y cambió el chip inmediatamente. "La táctica hay que adaptarla a las características del corredor que dirijas", explicó Sáiz. "Y antes amábamos la ofensiva y la sorpresa porque nos convenía. Ahora, se tratará de que Olano gane tiempo en la contrarreloj de antes de los Alpes [56 kilómetros en Metz] y que sea capaz de resistir en la montaña. Pero no descarten algo diferente en el Macizo Central [etapas de Saint Etienne y Saint Flour, entre Alpes y Pirineos]".

Aparte de la salida de Puy du Fou, allí donde Induráin se vistió de amarillo en el prólogo de 1993, el Tour recorrerá otros lugares de culto para los indurainistas: Blois (contrarreloj de 1992), Sestriere (1992, ataque épico de Chiappucci, media pájara de Induráin, que, sin embargo, se viste de amarillo), Alpe d"Huez (Más amado por Pantani: allí ganó las dos últimas ocasiones en que se ha subido)...

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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