El rumano Ilie agrava la crisis del Betis

Por fin se presentó Ilie en la Liga y dejó al Betis para el arrastre: el conjunto andaluz recibió tres goles dirigidos por el maestro rumano del contragolpe precisamente cuando el equipo de Vicente Cantarore disfrutaba de 25 minutos finales de ventaja numérica. Un mazazo tras otro. La crisis del Betis es profunda. Es un equipo hundido. La peor versión que ha pasado por Mestalla en los últimos años. Fue un trapo en manos del Valencia, que afiló su cacareado contragolpe durante la media hora final para pasar por encima del Betis. Ahí estuvo, por supuesto, Ilie, que hizo alardes de su extraordinaria verticalidad.Pero antes, el choque fue un tostón. Entre un Valencia dominado por sus limitaciones creativas, que son muchas, y un Betis coaccionado por una profunda aprensión, se supone derivada del cambio constante de entrenadores, la primera parte resultó un monumento a la fealdad, un asco, de no ser porque en el último minuto apareció Ilie, recibió un cambio de juego, paró con el pecho, burló a Ureña y redimió a sus compañeros de tanta miseria. En el laberinto de su propia previsibilidad, el Valencia se había aburrido de sí mismo, de su propio ataque y de sus balonazos hacia ninguna parte. Deambulaba como un autómata cuando Claudio López, que recibió un balón aparentemente intrascendente en el borde del área, se revolvió inopinadamente y articuló un zapatazo a las redes. Para entonces, el Betis, que se había atrevido a sacar tímidamente la cabecita, se vio obligado a acercarse de una vez a su abandonado delantero Iván Pérez, que parecía un náufrago. Le bastó una falta para igualar el partido.

Ante un Betis timorato y vulgar, el Valencia lanzó con profusión al Piojo López, que se estrellaba una y otra vez ante la reconocida solvencia del meta mallorquín Prats. Ni dos pases seguidos enlazaba un insípido Betis, que rompía así la pulcra imagen que había desprendido en las últimas visitas a Mestalla.

Lógico es, pues, que el tierno Denilson no encuentre espacio para sus bicicletas. Más que nada, el brasileño es un alma en pena y un blanco perfecto para la dureza de todas las defensas.

Con el viento favorable del resultado y un rival desencantado, el Valencia tenía el terreno abonado tras la reanudación. Pero el grupo de Ranieri no parecía listo para la recolección. Se limitó a cerrar las puertas de su defensa y a esperar que Claudio López e Ilie dieran cuenta de algún contragolpe. Lo hicieron, aunque con posterioridad.

La entrada de Benjamín pareció otorgarle más aliento al Betis, que provocó la expulsión incorrecta de Roche (no era éste, sino Björklund quien hizo la falta sobre Denilson). Quedaban 25 minutos de diferencia numérica y un Denilson con muchas ganas de desmelenarse. Pero no le dio tiempo.

El Valencia reaccionó con rabia a lo que consideró una injusticia y esta vez sí articuló un contragolpe demoledor. Entró en escena Ilie, dio rienda suelta a su gran sentido de la verticalidad e hizo partícipes del festín a todo aquel que quisiera acompañarle: Schwarz, primero, y Claudio López después. El Betis, para entonces, ya era un guiñapo en manos del cirujano Ilie.