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Entrevista:DESVÁN DE OFICIOSMETALISTA

"¿Por qué una mujer no iba a ser broncista?"

María Ángeles Nieto ha aparcado sus dos títulos universitarios para heredar el oficio paterno

De la Universidad al taller. María Ángeles Nieto ha colgado sus títulos en ciencias físicas y magisterio para heredar el oficio manual de su padre: broncista. Ahora pasa las tardes rodeada de limaduras y chapas metálicas. De vez en cuando imparte algunas clases de informática, para no perder el hábito docente. "Mi padre siempre pensó que el taller moriría con él, porque, como tenía dos hijas y ningún varón, creía que no íbamos a seguir. Éste nunca ha sido un oficio de mujeres", explica la artesana treintañera. Sin embargo, una cadena de acontecimientos desmintió la creencia paterna y ató a María Ángeles al viejo obrador de la calle de Lope de Vega, 14.

"De pequeña, yo venía por aquí, sobre todo durante las vacaciones. Veía lo que se hacía, y me encantaba", recuerda Nieto. La niña María Ángeles volvía luego al pupitre, curso tras curso hasta la licenciatura. Con dos títulos bajo el brazo empezó a trabajar en una empresa privada. A esas alturas, la licenciada en físicas había renunciado a su pasión por la astronomía y se había volcado en la informática.

La muerte repentina del progenitor, en 1992, coincidió con la reestructuración de plantilla en la empresa donde trabajaba su hija. "En aquel momento, me pregunté por qué no convertirme en broncista y seguir con un taller que mi abuelo cogió en 1910", detalla María Ángeles. La respuesta no pudo ser más positiva: la chica se despidió del trabajo fijo y plantó sus trebejos en el local, decidida a abrirse camino en el mundo de los metales. Un veterano empleado de su padre, Julián, se encargó de iniciarla en el oficio que sólo había atisbado.

-Su cambio laboral ha sido tremendo.

-Sí, mis amigos se sorprendieron. A veces recuerdo lo bien que está eso de tener una nómina segura a fin de mes, pero la verdad es que le he cogido gusto a trabajar por mi cuenta.

-¿Y a no tener jefe?

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-Eso, menos. Porque aquí tengo muchos más jefes que en la empresa de antes. Son los clientes.

-¿Qué le piden?

-Depende. Por un lado, ejerzo de metalista y corto chapas como las que se suelen instalar bajo las puertas ocultando el inicio del pavimento. Por otro, como broncista, restauro objetos de materiales como el latón, el cobre o el bronce.

Algunas tardes, María Ángeles disfruta de la compañía de Julián. Ha cumplido 80 años, pero la nostalgia puede más que la edad: desde los 13 hasta la jubilación trabajó entre los muros de este local, cuajado de recovecos. A ratos, el veterano oficial se distrae convirtiendo las viejas pesetas rubias en sortijas posmodernas que la casa suele regalar a sus clientes.

"En este ramo se han perdido muchos oficios", recuerda Julián. "Ya no hay cinceladores que repujen las piezas ni entalladores que les den forma. Las máquinas se encargan de eso. Además, los materiales de ahora tienen más calamina que metal puro", repasa. De vez en cuando da algún consejo a la "discípula", sobre todo cuando ella se enfrenta a una de las tareas más complicadas: voltear los tubos para curvarlos. Esas piezas metálicas redondeadas suelen proteger los escalones.

La artesana corta la chapa con cizalla o tijera y maneja la máquina plegadora para crear piezas en ángulo. A menudo desaparece en el sótano, que conserva la enorme chimenea de una cocina de suelo. Allí están algunas de las herramientas mayores y el lebrillo de matanza que acoge las sustancias decapantes. Este baño limpiador es el primer paso que da María Ángeles cuando afronta su tarea favorita, la restauración de objetos antiguos. "Es como hacer pequeños milagros", compara.

Camas, lámparas, jarrones o paragüeros son los artilugios que con más frecuencia llegan al taller de la calle de Lope de Vega. María Ángeles los desmonta con mimo. Pule a máquina cada pieza, limpia de mugre gracias al decapante. Luego emprende la tarea, también maquinizada, de pulir cada parte. Una vez hecha, sólo queda ensamblar el conjunto.

-¿Quién pide sus servicios?

-Sobre todo gente caprichosa y con algún dinero.

-¿Y los anticuarios?

-También vienen, pero hay algo de crisis en ese sector.

Herramienta en mano, María Ángeles suspira satisfecha. "Estoy contenta de seguir una tradición familiar. La informática carece de ella", asegura. Pero la broncista universitaria hace las facturas con ordenador.

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