"La Constitución no es inmutable, se puede cambiar"
Nicolás Redondo Terreros ultima la intervención en el mitin de hoy de José Borrell y Joaquín Almunia. Acompañado por ambos y por su otra pareja preferida: la Constitución y el Estatuto, reiterará la vocación de su partido de ser el eje futuro de la política vasca. Pregunta. Su salida del Gobierno antes del verano fue considerada un error por muchos.
Respuesta. Fue una decisión que lamenté tomar. He tomado pocas en la vida que haya lamentado tanto. Pero con el transcurso de los acontecimientos es evidente que fue el mayor acierto del PSE. Adivinamos que había un acuerdo de calado entre el PNV y HB. El PNV estaba siendo desleal con el PSE, tal vez pensando que no íbamos a reaccionar.
P. ¿Esa decisión y una campaña plagada de descalificaciones va a dificultar su retorno?
R. Yo he tenido siempre la mano tendida al nacionalismo, pero desde la aceptación de la reglas de juego democráticas. No estamos dispuestos a que el nacionalismo nos ningunee. Los "tomo nota" no nos valen. Tal vez el éxito continuo del PNV le lleva a morir, como dijo González del PSOE. Yo no les voy a convencer de lo buena que es la Constitución, pero sí quiero saber si el PNV está dentro o no de ella. Y si quiere cambiarla, ahí tiene los procedimientos. Por encima de alianzas, en este país se tienen que entender los nacionalistas moderados con los constitucionalistas razonables.
P. Eso suena un poco a trágala doctrinal...
R. No, es sentido común. No es un trágala, son requisitos normales para que este país viva de cara al siglo XXI. No es un problema mío, es un problema del nacionalismo vasco moderado que quiere vivir tranquilo en su relación con el resto de España y con el Estatuto y la Constitución.
P. Y, utilizando la terminología de José Borrell, ¿cómo se puede perfeccionar la Constitución para que todos quepan?
R. La Constitución actual establece un gran denominador común del que sólo quedan fuera los nacionalismos excluyentes: el nacionalismo imperial de la época franquista y el nacionalismo que justifica la violencia. Todo lo demás está y puede estar dentro. Yo no quiero catequizar a nadie y me molesta que los nacionalistas me quieran catequizar. La Constitución no son los diez mandamientos, no son reglas inmutables, se puede cambiar. Lo que no podemos aceptar son leyendas como que aquí no se ha aprobado la Carta Magna o que el Estatuto es parada y fonda en el camino de Santiago. Los viejos nacionalista nunca hubieran soñado con el autogobierno que tenemos hoy. Nadie se levanta con angustia por la independencia de Euskadi. Ni Arzalluz ni Otegi se levantan con angustia. Y si se quiere cambiar algo, la única premisa es que el denominador común sea más amplio que el ya existente.
P. ¿Por qué han endurecido su discurso hacia un centralismo más acentuado?
R. No creo que lo hayamos endurecido. Es el PNV el que ha radicalizado su verbo, porque la tregua de ETA les ha llenado de prepotencia. Arzalluz dice que no cabemos en la Constitución y vienen tres presidentes de comunidades autónomas gobernadas por los socialistas que hacen una contundente reafirmación constitucional. No han amenazado a nadie. No han dicho que el salmantino es igual que el portugués en Luxemburgo. Es que esa Constitución les ha permitido sacar la cabeza del lugar de postración que han tenido en la historia. El nacionalismo y Arzalluz tienen miedo a la libertad. Yo tengo mucho respeto a Arzalluz. Creo que es el político español que mejor ha defendido los intereses de su partido. Pero no estoy dispuesto a soportar ni paternalismos ni amenazas. Aquí no hemos alentado el voto del miedo. A mí me da miedo cuando secuestran y asesinan.
P. Entonces, ¿los ciudadanos tal vez no tengan miedo a una mayoría nacionalista el 25-O?
R. No, simplemente están en contra. Pero le voy a decir más, están en contra de más nacionalismo los propios nacionalistas. Puede que no lo esté Arzalluz, pero muchísimos nacionalistas moderados creen que la actual dosis de nacionalismo es suficiente.
P. Pero la cuestión es que el nacionalismo que sube en las encuestas es el de EH.
R. Eso es verdad. Los nacionalistas e IU han hecho una operación en la que ponen como vencedor a EH. Aunque también es cierto que los partidos constitucionalistas, PP y PSE, incrementan fuertemente su posición electoral. Y el próximo parlamento será inevitablemente equilibrado.
P. ¿Pero no hay un puente común entre Estella, la propuesta de Derechos Históricos del PSE guipuzcoano y el lenguaje federalizante de Borrell?
R. Yo estoy dispuesto a discutir cualquier cosa. Pero fue Arzalluz quien dijo que la propuesta de los Derechos Históricos de Elkarri había que meterla en el cajón, probablemente porque aceptaba la Constitución como marco para desenvolverse. Lo de Estella me parece un producto de los complejos de la transición: los fantasmas que no se resolvieron en la transición.
P. Sus palabras reflejan cierto resentimiento por haberse quedado fuera de un proceso de paz que ha entusiasmado a la gente...
R. Los primeros que anunciamos que iba a haber una tregua fuimos nosotros. Quitando los nacionalistas, quienes más información hemos manejado hemos sido nosotros. Estábamos preparados.
P. Pero el propio Aznar ha conseguido situarse con los últimos movimientos y ustedes hablan por tres voces y descolocados.
R. No es verdad. Lo que pasa es que el Gobierno ha venido a nuestras posiciones: la contestación a la tregua sólo se puede realizar en el campo de la política penitenciaria. Y lo dijimos hace mucho. El último traslado de presos está bien pero es insuficiente. Hay que consensuar una política penitenciaria y tomar iniciativas.
P. ¿No es un brindis al sol pedirle a HB que se aleje de ETA para sentarse en una Mesa en la que no creen como Ajuria Enea?
R. Es lo mínimo que podemos pedir, que HB ayude a que no haya más violencia. La contrapartida no es sentarse en la Mesa, sino tener unas relaciones normalizadas con los partidos. Y no en la Mesa, sino en otro foro. Lo que me preocupa es que en todo este proceso no se ha consensuado nada entre los gobiernos. ¿por qué no se han reunido Ardanza y Aznar o Atutxa y Mayor?
P. Pero es que la iniciativa la ha llevado el PNV, la puede liderar ahora Aznar y si ustedes se quedan marginados pueden poner en peligro el proceso.
R. ¿Dónde quieren que firmemos para conseguir la paz? Estemos en el Gobierno o en la oposición, no tenemos ningún problema de protagonismo.
P. ¿Pero cree que se puede condicionar este proceso y la política vasca desde la oposición?
R. Nosotros no hemos perdido la vocación de acuerdo. Queremos ser el eje del futuro. Y tan escandalizable es un gobierno PSE-PP como del PNV-EA. Pero cuanto más pacto haya entre diferentes, mejor. Yo no dudo, como Aznar, de la vocación democrática del PNV, pero pido respeto.
P. ¿No cree, como asegura Anguita, que esta campaña ha sido un insulto a la inteligencia?
R. No, no. Lo que es un insulto a la inteligencia es que Madrazo esté en Estella y nos ofrezca un pacto a nosotros a EA y a EH. Estamos hablando de las cosas que importan realmente...
P. Perdone, están hablando del debate que propone el nacionalismo: las relaciones de Euskadi con España; no del debate de la izquierda: paro, exclusión, etcétera.
R. Yo tengo ese sinsabor. El nacionalismo nos propone a la sociedad como diván del psiquiatra para sus problemas. Pero los problemas son ésos que cita.
P. Y, además, le dan tregua al PP porque, según Almunia, "no es nuestro adversario".
R. Es una campaña muy cortés y no voy a dejar de serlo con un partido que ha sufrido tanto en Euskadi.
P. ¿Y le ha traído problemas no haber girado una visitado a Guadalajara?
R. Nadie me podrá pedir que haga leña del árbol caído. Y los compañeros que están hoy en la cárcel merecen todo mi respeto y solidaridad. Algunos se han puesto encima del sufrimiento de personas como Barrionuevo y Vera para sacar la cabeza, yo no.
P. ¿El 25 hay que frenar al nacionalismo, asegurar la Constitución o afianzar la tregua?
R. El reto es hacer con los votos un muro que impida a ETA volver a matar. Lo demás, construir.
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