Fallece el historiador y crítico de arte Enric Jardí, divulgador del catalanismo
El historiador, crítico de arte y abogado Enric Jardí falleció el martes por la noche en su domicilio de Barcelona a los 74 años de edad, a causa de un ataque cardiaco. Jardí, divulgador del catalanismo, fue autor de más de sesenta libros, fruto de una vida repartida intelectualmente entre el arte, la política y la literatura. Jardí debía pronunciar hoy en la abadía de Montserrat un discurso en la inauguración de una exposición sobre el pintor Jaume Muxart.
Francesc Macià, Enric Prat de la Riba, Puig i Cadafalch, Francesc Cambó, Lluís Companys, Carles Pi i Sunyer, el doctor Robert... Todo el catalanismo pasó en un momento u otro por los brazos forzudos y laboriosos del historiador y abogado Enric Jardí. Calsina, Gimeno, Mir, Nonell, Barradas, Togores... Algo similar puede decirse de la pintura realista catalana, que siempre encontró en Jardí un ágil y presto apologista desde que, en los años sesenta, inició con su Esquema d"una sociologia de l"art y sus Reflexions sobre els límits de les arts plàstiques su tarea de divulgación y crítica artística. Y entre una y otra vertiente, trabajos de género diverso, encargos editoriales como el de Mil famílies catalanes o su historia de la Compañía de Gas, que Jardí siempre resolvía con solvencia y en los plazos fijados. En total más de sesenta libros y monografías. El conocimiento panorámico que Jardí tuvo de la cultura catalana de principios de siglo le permitió penetrar, sin embargo, en algunos de sus pliegues menos conocidos, más refractarios a los manuales. Allí nacieron los libros que tal vez lleven un sello más personal, permanente y dialéctico. En especial, el que publicó en 1966: Tres, diguem-ne, desarrelats. El libro es una biografía de tres protagonistas cruciales de la cultura catalana: Eugeni d"Ors, Josep Pijoán y Gaziel. Tres hombres que tuvieron algunos rasgos comunes, entre ellos, y no el menor, la necesidad de abandonar -fisícamente- Cataluña y -moralmente- las filas de cierto catalanismo. Aun con la prudencia que sugiere el diguem-ne, y dado el periodo resistencialista en que fue concebido y escrito, el libro de Jardí alude con claridad a algunos problemas fundamentales y todavía vigentes del catalanismo. Entre ellos, la dificultad de integrar la irrevocable llamada a la tensión colectiva con el genio y la libertad individuales -¿no menos irrevocables?- de algunos de sus mejores hombres. Algo que, en efecto, ya estaba en el Gaziel de los años veinte y sus famosos artículos sobre La devoradora de hombres (Cataluña, la devoradora), pero que Jardí desarrollaba con acierto y fluidez a partir de la vida de tres -diguem-ne- devorados. Con menor trascendencia, pero también con interés, cabe destacar dos libros ya más modernos, concebidos igualmente entre los pliegues: el dedicado al pintor Rafael Barradas (1992) y otros artistas catalanes que cruzaron el Atlántico y Quatre escriptors marginats (1985), donde rescata las figuras opacas de Jaume Brossa, Diego Ruiz, Ernest Vendrell y Cristòfor de Domènech. Jardí fue, modernamente, un hombre identificado con los planteamientos nacionalistas de Convergència i Unió y llegó a figurar como candidato en sus listas para el Senado. Asimismo colaboró en diversos proyectos vinculados con la propagación del mensaje convergente. Entre ellos cabe destacar su participación en la biografía electoral que para la campaña de las elecciones autonómicas de 1984 coordinó Josep Faulí. En su texto, dedicado a la articulación hispánica del nacionalismo catalán, Jardí trataba de demostrar que todos los presidentes catalanes, desde la Mancomunitat hasta la Generalitat recobrada, "habían formulado opiniones diversas sobre la manera de articular las nacionalidades, pueblos y regiones españolas en una unidad política superior". Esta presunta sintonía hispánica de los presidentes catalanes era plenamente compartida por él y un rasgo relevante de su carácter ideológico. La doble vocación intelectual y jurídica de Jardí tuvo siempre en su padre, Enric Jardí i Miquel (1881-1942), un referente venerado. Si uno difundió el modernismo catalán por Europa, en alguno de cuyos países vivió varios años, el hijo hizo lo propio con el noucentisme, movimiento intelectual y político al que dedicó buena parte de su esfuerzo vital.
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