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Los efectos adversos

Carlos Arribas

En los deportistas se producen dos tipos de reacciones ante la EPO. Los hay que recuerdan, sobre todo, su leyenda negra, las decenas de muertes de deportistas jóvenes asociadas a la sobredosis de un producto que, no controlado, puede producir una hiperviscosidad en la sangre, lo que generaría riesgo de trombosis.

Y no es tan sencilla de controlar como asegura el otro tipo de deportistas que, con el coulter (aparato para medir el hematocrito) bajo el brazo, dice que no se le va ni un centímetro la cuestión.

Quizás exageren quienes dicen que, aunque parece que no pasa nada ahora con la EPO, quién sabe los efectos que desencadenará dentro de 25 años, pero es que ahora también pasan cosas.

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El hematocrito (glóbulos rojos en la sangre) puede continuar incrementándose varios días después de la administración subcutánea o intravenosa de la EPO, y puede alcanzar niveles peligrosamente altos. La falta de unos estrictos control y supervisión médicos y la pérdida de líquidos y fluidos durante las pruebas de resistencia (maratones, carreras ciclistas) incrementan, además, los riesgos de importantes consecuencias adversas derivadas del cambio en la viscosidad de la sangre producido por el mal uso.

Lo más perverso del dopaje radica en el uso de medicamentos por personas sanas, y la EPO está pensada para personas con un hematocrito de 32, no de 42.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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