Albert Vidal ofrece en Olot su primer recital tras su estacia en el Himalaya
Ha vuelto. Desde los remotos valles tibetanos donde pastan los yaks, aúllan los lobos y monjes de túnicas rojas conjuran el silencio mineral de las cumbres agitando sus molinillos de oración, Albert Vidal ha vuelto. El inclasificable -y el adjetivo se queda corto- creador catalán ha estado en diferentes puntos del Himalaya, incluidos monasterios, perfeccionando sus cantos y poniéndose a punto, física y espiritualmente, para desarrollar su peculiar vía artística. Hoy ofrece en la iglesia de los escolapios de Olot, en el marco del Fòrum de Teatre, un recital con acompañamiento de órgano.
Del lejano Ladakh llegaban noticias de Vidal: en las calles de la capital, Leh, se había dirigido a unos paisanos que hacían turismo causándoles la natural sorpresa. Llegaban del Ladakh incluso fotos que mostraban al actor en un ambiente humilde y recogido, luciendo la goucha, la túnica tibetana, y manejando adminículos sagrados. Durillo el Ladakh, ¿eh? "Bueno, bueno, no he pasado el invierno, que eso sí es fuerte , he estado de mayo a septiembre. Interesante, muy interesante. He trabajado con los monjes del monasterio de Hemis: ceremonias tántricas a las cuatro de la mañana; yo entraba en meditación y ellos traducían las fluctuaciones energéticas en sonidos con sus largas trompetas, entonces yo iniciaba el canto telúrico. He descubierto grandes afinidades naturales entre el tantrismo y lo que yo hago". Vidal explica que ha adquirido "un estudio junto a Sankar Gompa, a tres kilómetros de Leh, una antigua granja que, significativamente, reproduce las condiciones de mi vivienda en los Pirineos, en Vidrà". Allí, en el estudio ladakhí, realizaba dúos con una cantante ciega. "He encontrado en el Himalaya las condiciones que precisaba para continuar mi investigación creativa". Vidal ha iniciado una colaboración estable con el músico de piwang (violín tibetano de dos cuerdas) Jamiang Dorje, con el que va a grabar un disco. Vidal ha estado también esta vez en Dolanj, en Himachal Pradesh, donde ha trabado contacto con la importante comunidad de monjes del budismo bon que residen en la localidad. "Hice un canto para ellos un día de tormenta, fue espeluznante: al final se unieron a mí. Hemos quedado en que volveré para hacer unos cantos corales basados en el Libro de los muertos tibetano". Las últimas noticias artísticas de Vidal -noviembre de 1995- le ubicaban en el Institute of Contemporany Arts de Londres con su pieza El orante y la posibilidad de tener relaciones sexuales con el público... "Sí, iba de príncipe andrógino, tuve que frenar porque el público estaba dispuesto a lo que fuera. Hubo abrazos. Noté en algún momento que aquello podía derivar en una relación..." ¿impropia? "Sí, sí" (risas). En fin, ¿qué se va a ver/oír/sentir en Olot esta noche (a las 21.00 horas)? "Canto telúrico con acompañamiento de órgano electrónico, a cargo de Xavier Jaumot; la primera vez que me presento en público con apoyo instrumental, y también la presencia de Marta Casas, con una danza de mudras". ¿El programa? Primero un canto a capella; luego 25 minutos de variaciones sobre el mantra Om Mani Padme Hum; luego un canto dedicado a Shakti, la manifestación de la energía femenina, como un goig a la Virgen. Y finalmente algo muy especial: bajaré entre el público y haré una imposición de manos ad libitum, tipo sanador, mientras canto y de paso abro los chakras de la gente. También estrenaré una Fantasía pirenaica, una lectura de las raíces pirenaicas tras la profundización que te da haber pasado por el techo del mundo". La finalidad de todo ello es, como siempre, según Albert Vidal, "aportar a la sociedad la pulsión sacra del individuo, anterior a toda religión establecida".
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