Lo que son los valores
"Cerrad lo ojos y tomad aire. Vamos a respirar desde el estómago". Los vientres de una quincena de jóvenes en chándal se hinchan y se deshinchan siguiendo fielmente las instrucciones. Son algunos de los participantes de la Escuela de Valores, un proyecto del Instituto Andaluz de la Juventud compuesto por talleres de diferentes actividades y dirigido a 100 monitores de tiempo libre, maestros y animadores socioculturales. A pesar del nombre, no es la rectitud moral lo que persigue, sino la primera acepción de la palabra valor. El objetivo de la Escuela, que ha financiado la Junta con diez millones de pesetas, es que "los jóvenes obtengan recursos para expresar sus valores y para que los utilicen en su labor educativa a la hora de transmitírselos a los niños". Así lo dice al menos Esther Monleón, la organizadora de las jornadas que comenzaron el pasado lunes y que finalizarán hoy. Y explica: taller danzas del mundo "para la interculturalidad"; taller de encuadernación y reciclado "para la ecología"; taller de juegos cooperativos "para la solidaridad" y así hasta los diez talleres que conforman el programa. En el taller de intervención artística, el que pretende fomentar la creatividad, un grupo de jóvenes pinta, recorta y taladra. Lo hacen mientras los que están en el de masaje lúdico -que va bien "para ganar confianza en uno mismo porque rompen con el miedo a tocar y ser tocado"- van visualizando y disfrutando de las sensaciones. Paco Aguilar, el monitor de los jóvenes artistas ha traído una idea muy definida para su taller. "La propuesta que les he hecho es que utilicen el material del entorno que el propio edificio deshecha como elemento artístico". El resultado: coladores pegados sobre sillas, una cara hecha con tapas de inodoro y mucho globo pintado. "No pretendo que hagan grandes obras de arte sino que aprendan a utilizar lo que tienen a la mano", asegura Aguilar. Blanca Eraña, monitora de tiempo libre de 33 años, cree que lo ha conseguido. "Muchas veces, trabajando con niños, piensas que es una pena no tener más material. Lo que me he dado cuenta es que hay que ser más creativo". En el taller de cuentacuentos, lo son. Se escucha la voz de un narrador ante la mirada atónita de unos veinte jóvenes disfrazados de gallinas. "El rey mandó callar al gallinero". El grupo cacarea. "Y mandó salir a tres gallinas". Salen tres a la palestra mientras cacarean aún más "Todas estaban convencidos de que iban a ser las elegidas". Las jóvenes gallinas se pavonean. "La idea de este taller es que aprendan a narrar historias y ha hacer participar a la gente", explica Monleón en un momento de silencio del gallinero. Y es que, si de algo ha servido a los jóvenes su participación en la escuela, es aprender técnicas que luego podrán utilizar con otros jóvenes y niños. "Al principio queríamos que los talleres fueran para 200 personas con independencia de su ocupación", explica Monleón. "Pero al final, por problemas de espacio, lo hemos reducido a la mitad y nos hemos ceñido a profesionales que pueden enseñar a otros jóvenes". Es el caso de José María Cruz, un monitor de tiempo libre que, al igual que la organizadora, se muestra contento con el resultado. "Para ampliar técnicas, para eso me ha servido". Las podrá seguir ampliando el año que viene porque el Instituto de la Juventud no quiere que se quede en una actuación puntual. Así lo asegura Monleón mientras los participantes del taller de masaje lúdico han dejado de respirar (con el estómago).
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