Reflejos lentos
Los inversores tardaron bastante tiempo en creerse el dato del IPC de septiembre que, con un incremento del 0,1%, lleva la tasa de inflación española hasta muy cerca de los niveles de convergencia.
Los datos previos a la apertura aportaban un panorama más neutro que negativo, pero desde luego poco propicio a la toma de posiciones. Tokio volvió a bajar y ya quedaba muy cerca de los 13.000 yenes, mientras que Wall Street había cerrado también con un pequeño recorte ante la evidencia del descenso de los beneficios empresariales debido a la crisis financiera. La inversión necesitó un par de horas para constatar que el papel no presionaba demasiado, y otra más para conocer la posible tendencia de Wall Street en la apertura, plazos que dieron lugar a una entrada de dinero más decidida que se mantuvo hasta el momento del cierre.
Esta reacción tan puntual confirma el limitado alcance de los movimientos del dinero, en pocas ocasiones mirando más allá de la propia sesión, debido a un entorno que ofrece pocas posibilidades para la confianza a medio y largo plazo.
Las agencias de calificación continúan revisando a la baja la solvencia de las entidades financieras, pero lo hacen sobre todo para el largo plazo, mientras que mantienen las calificaciones a corto. Para los inversores el mensaje es evidente, al apuntar la presencia de problemas en un futuro más o menos cercano, al menos para el sector financiero. La concentración del volumen en pocos valores indica que la confianza, incluso a corto plazo, es débil, aunque en esta sesión los avances estuvieron mucho más repartidos que en los días anteriores.
El mercado de deuda, también favorecido por el descenso de la inflación, registró una nueva oleada de compras que permitieron otra caída en la rentabilidad de la emisión de referencia. El bono a 10 años cerraba en el 4,58% y el diferencial con la deuda alemana del mismo tipo también se redujo cuatro centésimas.
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