Andalucía múltiple
Pocas cosas han sido tan nocivas para Andalucía como el enfáticamente llamado hecho diferencial. Por supuesto que me refiero a un hecho diferencial de andar por casa y contrario a toda ecuánime pluradidad, es decir, al auspiciado -y ahora relanzado- por el último turno de mandarines de nacionalismos y localismos. Como nadie ignora, ese hecho diferencial acabó confundiéndose, sin mayores trabas, con la exacerbación de todos los clichés que hemos venido padeciendo desde que nos descubrieron los viajeros románticos y han reactivado hoy mismo nuestros nacionalistas de capa y espada. Estamos rodeados -sitiados- de ferias y romerías y macarenas y cascabeleos y eso es lo que, en mayor o menor medida, seguimos exportando. O sea, que semejante hecho diferencial continúa siendo lo que más nos diferencia fuera de nuestras fronteras y, a la vez, lo más falsamente diferenciado. Qué estúpida manera de impedir que la identidad andaluza o, mejor dicho, las identidades andaluzas se manifiesten según sus más simples y naturales pautas de conducta, en lugar de reducirlas a la manipulación mistificadora de unos pocos. Por eso acepté unirme al foro Andalucía Nuevo Siglo y por eso he asistido a la reunión celebrada en Granada para debatir sobre nuestra realidad multicultural, que es asunto de muy razonable enunciado y que conecta directamente con mi fogosa defensa del mestizaje como factor de enriquecimiento cultural. A estas alturas del milenio a nadie se le ocurre esgrimir ninguna clase de homogeneidad para tratar de entender lo que somos. Lo multicultural excluye obviamente lo homogéneo, y lo homogéneo, referido a Andalucía, es monserga propia de patriotas locales exaltados. Soy de los que nunca han entendido muy bien a qué entelequias remite ese tan manoseado concepto de cultura andaluza. Un concepto que enlaza sin duda con el hecho diferencial a que me he referido, esto es, con la reducción de la personalidad andaluza a los estereotipos más irritantes. Ya se sabe que ni nuestra cultura ni nuestra historia ni nuestra sociedad disponen de engranajes que funcionen de manera simétrica. Lo de cultura andaluza sólo tiene el valor de una ligereza expresiva que en ningún caso engloba la diversidad de nuestros comportamientos culturales. Porque lo unívoco, lo uniforme, nunca pasará a ser un desatino asociado a ese invento de mercadotecnia groseramente llamado globalización. Al margen de folclores y partidismos diversos, la posibilidad de un debate bien articulado sobre esta realidad múltiple de nuestra cultura, siempre me parecerá defendible. No sé si de todo eso van a derivarse consecuencias provechosas. Pero quiero creer, al menos, que la confrontación de iniciativas entre personas solventes y respetables, puede servir para que los muchos tópicos que nos asedian empiecen a ser desalojados del ámbito de nuestra historia cotidiana. A ver si así logramos desautorizar también a esos majaderos que siguen protagonizando el cuento chino de Andalucía.
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