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Por tierra, mar y aire

Hacía años que Televisión Española no ofrecía en su parrilla un programa de exaltación castrense como aquel Por tierra, mar y aire que presentaba, durante los años sesenta, Jesús Álvarez, periodista y militar. La inminencia del fin del servicio militar y de la urgente creación de unas Fuerzas Armadas como Dios manda parece estar detrás del nacimiento de Código Alfa, que La 2 estrenó el pasado sábado a las siete de la tarde.Código Alfa es como Por tierra, mar y aire, pero sin la implícita propaganda franquista y con la loable intención de convencer a la audiencia de que la milicia es una profesión como cualquier otra, y tal vez un poco más divertida. A tal efecto, el presentador no es un señor con bigote como Jesús Álvarez, al que sólo le faltaba cuadrarse cada vez que hablaba con un oficial (siempre añadía a su rango el pronombre "mi"), sino una chica vestida de manera deportiva (Patricia Betancort), que presenta los reportajes y le habla a la cámara, no a un alto cargo militar.

Código Alfa constó en el primer programa de tres segmentos, dedicados, respectivamente, a las tres armas del Ejército español. O sea, que se sigue respetando el formato del clásico Por tierra, mar y aire. El día del estreno, el sector aire estuvo dedicado a una escuadrilla de vuelo de exhibición; el sector mar, al Instituto de la Armada de San Fernando, en Cádiz, y el sector tierra, a los perros adiestrados (en este caso, por el eficaz brigada Santamaría).

Como decíamos, la intención del programa (presentar al Ejército como parte de la sociedad y otorgarle, incluso, un poco de glamour) es buena. Pero a la vista de la primera entrega de la serie, es dudoso que sirva para estimular a los jóvenes en busca de un futuro laboral. Es cierto que no hace falta cargar las tintas en el componente aventurero de la profesión, pero entre lo que se vio y el modo como se explicó no parecía haber muchas diferencias entre el Ejército y otros trabajos más sedentarios.

Lo que pudimos ver el sábado es un programa correcto, no muy estimulante, y lastrado todavía por un cierto respeto (por no llamarle prevención) hacia el estamento militar que podía resultar muy lógico en los tiempos de Por tierra, mar y aire, pero que hoy día, con un Ejército respetuoso del orden constitucional y que, básicamente, se dedica a misiones humanitarias, está bastante fuera de lugar.

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