José María Olasagasti volvió ayer a proclamarse el mejor cortador de troncos
El aizkolari José María Olasagasti (San Sebastián, 1959) restauró ayer su primacía como el mejor cortador de troncos del País Vasco en el albero encharcado de Tolosa. El horizonte de doce troncos que le separaba del campeonato de Euskadi que obtuvo en 1996 lo alcanzó "con más corazón que cabeza", aunque entre hachazo y hachazo fue midiendo el estado de su contrincante Donato Larretxea, ganador el año pasado, que compitió muy mermado.
Las apuestas previas reflejaban tres incógnitas: la inclinación por Olasagasti en detrimento de Larretxea (Arantza, 1960), que se encontraba recién salido de una gripe que le dejó deshidratado; el factor sorpresa que podía deparar el emergente José Miguel Peñagarikano (Beizama, 1957) y que al final no se produjo, y la actuación de Mikel Mindegía (Ezkurra, 1949), 10 veces campeón y que a sus 49 años sigue siendo un acreditado candidato allá donde compita. El esclarecimiento de estas incertidumbres reunió a medio millar de aficionados en la plaza de toros de Tolosa, cuyo albero era una charca. Un tímido sirimiri asomó al final de la competición, aunque casi todas las dudas ya habían escampado para el tercer de los doce troncos. Olasagasti, Larretxea y Mindegia, por este orden, enfilaron los dos primeros kanaerdikos, unos cilindros de 54 centímetros de diámetro traídos de los bosques de Zudaire (Navarra), con un fuerte ritmo en el golpeo que empezó pronto a abrir distancias con Peñagarikano, Antonio Senosiain (Pamplona, 1965) y José Juan Barberena (Beruete, 1957). La potencia física de Olasagasti le llevó a cortar los dos troncos de 60 centímetros y los dos oinbikos, piezas de 72 centímetros, en primera posición, aunque muy presionado por Larretxea, que aparentaba estar en condiciones de disputarle el título. Perseverante Larretxea Sin embargo, el campeón del año pasado luego confesaría que a mitad de la prueba había pensado en abandonar. "Me veía sin fuerzas; la gripe me ha dado mucho palo, pero he pensado que, ya puestos, tenía que cortar todos los troncos". Y a fe que lo hizo. El que sería campeón alzaba el hacha por encima de sus 192 centímetros de estatura y la hendía con pasión en el tronco mientras miraba con recelo a Larretxea, que trataba de dosificarse y no quedar descolgado. Cuando sólo les restaban cuatro troncos, ambos estaban prácticamente en el mismo tiempo. Dos troncos más tarde, Olasagasti, que aparentaba estar asfixiado por el esfuerzo, bajó los brazos unos segundos para coger aire ante la desaprobación de sus seguidores que le pedían más madera. Larretxea pareció entonces desfallecer. Trastabilló al subirse al anteúltimo tronco y el que sería campeón echó el resto. El último tronco lo abordó con 15 hachazos de ventaja y la victoria ya no se le escapó. Tras propinar 101 hachazos concluyó la faena, pero tuvo que correr y darle uno más a su segundo tronco, porque el juez árbitro le advirtió de que no había hecho luz en el tronco, la hendidura no había sido total. Invirtió 35 minutos y 17 segundos y más de 1.300 golpes en cortar los 12 troncos, que sumaban un grosor de 7,24 metros. Larretxea, fundido por el esfuerzo, concluyó 25 segundos después, mientras que Mindegia necesitó 38 minutos y 8 segundos. Olasagasti no cabía en sí de gozo y sus allegados le abrazaban con la misma vehemencia con la que le habían animado a gritos durante el corte. Diez minutos después de concluir la prueba, con el cuerpo tembloroso y chorreando sudor comentó: "He estado regulando, porque siempre puede saltar la sorpresa". Uno de sus próximos le corrigió: "Más que con la cabeza has trabajado con el interior". Con el amor propio de quien quería confirmar los pronósticos y demostrar que su título de hace dos años no fue flor de un día.
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