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"Pole position"M. VÁZQUEZ MONTALBÁN

Perteneciente a la promoción educada por los chistes verdes de Jaimito, Pujol recurre alguna vez a las jaimitadas, siempre a la espera de que después Duran Lleida le reinterprete y abarate los costes de sus chistes. Pero las jaimitadas de Pujol nunca se emiten en vano. Retrato de grupo con Jaimito: los partidos nacionalistas centrífugos conciertan sus estrategias en la reunión de Barcelona; los partidos vascos se reúnen en Estella y toman la iniciativa hacia una posible mayoría electoral abertzale con Herri Batasuna incluida; la tregua de ETA al parecer no sorprende a la Guardia Civil ni al Cesid, pero sí a Mayor Oreja, que en primera instancia dice que se apañen los vascos entre sí; Aznar no se tira por el mismo precipicio que Mayor Oreja; mientras, el PSOE por fin cree haber descubierto el espacio electoral de las mayorías absolutas y divide sus peregrinaciones: los unos a Guadalajara a solidarizarse con los del caso GAL y los otros a Zaragoza como Agustina de Aragón, a defenderla del asedio de los nacionalistas. Es como si hubieran pegado un puñetazo en el plexo solar del ecosistema político español y todos trataran de recuperar la respiración antes de decir algo inteligente, imposibilitados por una súbita carencia de oxígeno especialmente manifiesta en los líderes del PSOE, instado Borrell por González y Almunia a hacer declaraciones de esas que convierten las hemerotecas en colecciones de lápidas funerarias. Gerry Adams acude al País Vasco como en el pasado Julio Iglesias y Raphael acudían a respaldar las campañas del PP, pero esta vez da su visto bueno al acuerdo de Estella y promete que lo recomendará al emperador Clinton, para que interceda y consiga pacificar Euskadi según los procedimientos empleados para pacificar Oriente Medio, la post-Yugoslavia o Irlanda. Junto a Gerry Adams aparece Arzalluz, convertido en Mefisto urdidor de una emboscada definitiva al españolismo. Cualquier espectador de esta situación hubiera recomendado cierta prudencia histórica, un ya está bien, un conformémonos con el 5 a 9 y no pasemos al 10 a 0, renunciemos al toque de degüello o a la tierra calcinada, pero Pujol no. Pujol consideró que era el momento de dar un golpe de karateca definitivo a la herida consciencia de la españolidad y a la primera de cambio negó que España fuera una nación, perversidad no ya táctica sino estratégica que podía conducir a la esquizofrenia a muchos españoles, arrojados de la creencia de pertenecer a una unidad de destino en lo universal. Si España no es una nación, ¿se llamará España? ¿No sería conveniente incluso resituar la relación entre significado y significante, recurriendo a denominaciones menos comprometidas, por ejemplo Estado de las autonomías residuales? Mientras Pujol almacena dividendos de agresividad electoralista dirigida a la parte de potenciales pujolistas agresivos, otros dirigentes de CiU se aprovechan de las derivas de Borrell y de la rigidez de movimientos del PSC para en realidad desacreditar la alternativa maragalliana. ¿Cómo va a votar Cataluña a un candidato socialista cuyos colegas ideológicos demuestran un jacobinismo de esta especie? Tanto Arzalluz como Pujol están salvando de la quema al PP, concretamente a Aznar, hasta el punto de que Arzalluz le está ofreciendo el espejo que le devuelva la imagen de pacificador de Euskadi, envidiado por los socialistas que no consiguieron ni con los GAL ni con Argel prodigio semejante. Implacables, Pujol y Arzalluz aprovechan su pole position para sacar fuera de la pista al PSOE, a Borrell, a Maragall. Y ésta es la cuestión. Son los socialistas los que deben salir del balbuceo para encontrar una estrategia duradera de Estado que asuma la nueva situación. Refugiarse en una defensa abstracta de la Constitución suena a una mala imitación de la letanía de Anguita tan satirizada en el pasado por los propios socialistas: Constitución, Constitución, Constitución. No se puede pactar con el PP una defensa numantina de una cada vez más diluida idea de España, sino ofrecer un imaginario alternativo de España, imaginario necesario, no metafísico, un compromiso de gentes. Lo más sensato sería que todos esperáramos los resultados electorales de Euskadi, de momento la carrera de fórmula 1 en curso, para ver cómo prosigue la escalada del nacionalismo centrífugo. A ver qué queda del Estado de las autonomías al día siguiente y cómo se las ingenia Pujol para seguir provocando a Abc y dando satisfacciones a sus hooligans a base de chistes de Jaimito. Y ojo si se confirma que España no es una nación, porque podrían perder parte de su encanto o morbo los nacionalismos a la contra del nacionalismo español. Cuando los mitos ajenos veas afeitar, pon los tuyos a remojar.

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