"Madrid se parece a Quebec el día de la fiesta de fin de año"

La banda folclórica canadiense La Bottine Souriante se ha convertido en una metáfora de la felicidad gracias a su música popular, mezcla de herencias celtas, jazz de Nueva Orleans y hasta de algún ornato de las orquestas de salsa. Detrás de un bigote se esconde el artífice de esta transformación, Ives Lambert (43 años), orondo acordeonista de talante vivaracho. Este Borceguí Sonriente desembarca mañana en Madrid con sus dos últimos trabajos editados, La Mistrine y En spectacle.Pregunta. Ustedes trabajan desde 1976. ¿Por qué hemos tardado tanto en conocerles aquí?

Respuesta. Montreal es el centro nervioso de Quebec; de modo que a nosotros, procedentes del medio rural, nos ha llevado tiempo darnos a conocer. Y seguimos: ni rusos ni japoneses saben aún de nosotros...

P. ¿Qué ha cambiado para que surja este interés por la música de raíz?

R. Es un fenómeno en cadena. Hemos pasado unos cuantos años tocando en festivales por toda Europa y en la sociedad folkie funciona mucho el boca a boca. Al final ha nacido un estado de opinión.

P. Su primer concierto en Madrid, en marzo en el San Juan Evangelista, fue un éxito. ¿Qué sensación les dejó?

R. La nuestra es una música festiva, feliz, y la gente respondió al más puro estilo latino. A la vuelta, cuando nos preguntaban los amigos, les explicamos que Madrid se parece a Quebec el día de fin de año, que para nosotros es la fiesta por antonomasia.

P. ¿Cómo se las arreglan para conservar la felicidad?

R. Ése es un compromiso firme por nuestra parte. Claro que suceden cosas terribles, pero un concierto de La Bottine ha de ser, necesariamente, una inyección de alborozo. Sabemos de gente a la que le hemos alegrado la vida, y ése es un trabajo que vale la pena.

La Bottine Souriante. Sábado 10, a las 21.00, en La Riviera (paseo Bajo de la Virgen del Puerto). 2.500 pesetas.