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Tribuna
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"Nunca he visto algo así"

Alan Greenspan no pudo ser más expresivo el pasado miércoles, y sincero, si se tiene en cuenta que es el presidente del banco central -la Reserva Federal de Estados Unidos- más poderoso del mundo, cuando dijo: "Nunca he visto algo así, como lo que está ocurriendo en los mercados financieros". Ayer fue una jornada en la cual, en efecto, ni Greenspan ni nadie ha visto algo así: cayeron las bolsas, el dólar y los bonos. El efecto de esta caída simultánea es devastador. "¿Qué fondo no ha invertido en los tres, esto es en acciones, dólares y bonos?, las pérdidas han de haber sido tremendas", dijo ayer un importante ejecutivo de un banco de inversiones español.Aunque Greenspan suele ser cauteloso al hablar por la repercusión de sus palabras en los mercados de todo el mundo, este hombre, a veces, como en esta ocasión, siembra también el pánico. "Cuando los seres humanos se enfrentan con la incertidumbre se descomprometen" dijo. La conclusión más elemental es que si el que se supone que controla los hilos no sabe bien a qué atenerse, más vale tomar el dinero y correr. La sinceridad de Greenspan, esto es, el reconocimiento de la existencia de unas poderosas fuerzas en los mercados que no es fácil dominar, alimentó ayer las nuevas caídas.

La caída del dólar es una consecuencia lógica de la reducción del tipo de los federal funds, que se prestan los bancos estadounidenses entre sí, anunciada por la Reserva Federal el pasado 29 de septiembre. Si en dos días el dólar ha perdido en torno al 12% con el yen tras una muy cauta reducción de tipos del 0,25%, es evidente lo que hubiera pasado con un recorte más drástico de medio punto porcentual. Y la caída del dólar ha arrastrado a los bonos.

El pánico bursátil había seguido en Asia al pánico en los mercados de divisas. Ahora, en los principales países industrializados el pánico bursátil ha precedido al de los mercados de cambio. Y, ahora, ambos conviven entre sí para dar a la situación una proyección imprevista. "Nunca he visto algo así", es una frase acertada para definir los hechos.

La caída del dólar permitiría teóricamente apuntalar las exportaciones de Estados Unidos al resto del mundo en momentos de debilidad de la actividad estadounidense. En 1998, el déficit comercial de EE.UU ascenderá a 249.000 millones de dólares y se estima que aumentará a 296.000 millones. Pero esto es una quimera. ¿A dónde va a exportar Estados Unidos? ¿A Asia, que representaba el 30% de sus exportaciones o, por ejemplo, el 11% de un solo estado, el de California? Ni Japón ni los países asiáticos están en condiciones de comprar a Estados Unidos. Pero si esta caída del dólar no va a apuntalar las exportaciones, en cambio sí va a afectar la inflación interna, que el dólar alto ayudó a reprimir. Esto, a su vez, hará más reticente a la Reserva Federal para bajar unilateralmente los tipos de interés.

La caída del dólar y la fortaleza del marco alemán señalan simbólicamente el camino: Alemania debe mover pieza. En otros términos, Estados Unidos y Alemania, como líder de la Unión Europea, deben coordinar sus políticas monetarias con una baja conjunta de tipos de interés. Aunque el Bundesbank sea muy independiente, aquí, en esta situación, Gerhard Schröeder, puede dar una sorpresa. En lugar de mantener un calendario más alejado para la bajada, hacia primeros de noviembre, el banco central alemán debería bajar, coordinadamente con el banco central estadounidense, más pronto que tarde. La banca internacional ya está tocada por la crisis. La baja del rating del Santander por parte de Standard & Poor"s era inevitable. Porque lo que está en juego es mucho más que la inversión realizada en América Latina. Si la recesión se materializa, bancos como el Santander y el BBV harán frente a morosidad, provisiones y pérdidas.

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