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"Era suicida hacer lo de Ortiz Nuevo"

Con la satisfacción del deber cumplido y con una gripe contenida. Así ha salido Manuel Herrera, director de la décima edición de la Bienal de Flamenco, después de este viaje por 47 espectáculos que arrancó hace un mes en la plaza de toros de la Maestranza y ha llegado a su fin a dos pasos, en el teatro de la Maestranza. "Sería vanidoso por mi parte decir que ha sido una buena Bienal, pero sí puedo decir que fue una Bienal aceptable", dice este profesor que hasta ahora sólo había dirigido un colegio en Los Palacios. "Es más difícil dirigir la Bienal. Una cosa que debe ser fácil, pero que se complica por la singularidad de la Bienal". Procedente de mundos para cabales como las peñas, las publicaciones flamencas o las atenciones a viejas glorias -la Perrata, el Borrico, la Periñaza-, Herrera tuvo que entrar en terrenos peliagudos: "La técnica de los teatros, las interioridades de las contrataciones o la relación directa con las instituciones". Terminada la tarea, cree que se deberían poner los cimientos para la Bienal del año 2000 sin que el futuro del certamen dependiera de factores como los resultados de unas elecciones. "Ya son complicados los artistas y sobre todo los mánagers como para que los políticos compliquen más la madeja". Sustituyó en la dirección a José Luis Ortiz Nuevo, fundador de la Bienal que ahora acudió con ecos de Pericón de Cádiz. "Después de José Luis, era muy difícil hacer una Bienal. Cuando se fue, aburrido o por lo que fuera, pensé que se acababa. Sería suicida repetir sus métodos. Aplicamos planificación, seriedad, un poco de organización y mucho trabajo". Está obsesionado con los beneficios que la Bienal puede generar en el turismo y decepcionado porque no haya cuajado la iniciativa de los circuitos a excepción del relativo a Francisco Javier Jimeno, Melchora Ortega y Rafael de Carmen, ganadores del concurso de jóvenes. "¿Qué es el director de la Bienal? Un hombre que no tiene competencias o que si las tiene son delegadas". Si tuviera que elegir tres momentos estelares se quedaría con "el Funi y Concha Vargas en el hotel Triana; con el baile de José Antonio y Javier Barón en el Lope de Vega y las soleás de una gitana llamada Esperanza Fernández con el acompañamiento de una orquesta y un coro".

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