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Tribuna
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TVV

SEGUNDO BRU Cuando quien suscribe vio la luz, casi a mitad de siglo, en Estados Unidos se alcanzó la entonces asombrosa cifra de un millón de televisores. El año pasado existían en España 49 televisores por cada 100 habitantes, lo que hoy debe arrojar un montante cercano a los veinte millones de aparatos, presentes en el 95,6 % de nuestros hogares, una de las mayores coberturas domésticas de Europa, sólo superada por Suecia y Holanda. No es extraño pues que, al margen de la impresionante cifra de negocios que se mueve en este ámbito, las apetencias políticas por el control de este medio de comunicación, directamente en las cadenas públicas o indirectamente a través de empresas como Telefónica, privatizada de iure, politizada de facto, sean compulsivas e insaciables. Ahí es nada, poder imitar al Gran Hermano y colarse de rondón y a todas horas en nuestras casas pregonando que vivimos de la mejor forma en la mejor de las autonomías posibles. En el programa electoral de Zaplana figuraba la promesa de proporcionar una televisión profesional, independiente y al servicio de todos los valencianos. Por lo cual, lógicamente, el primer director general de la cosa fue un profesor de derecho con carnet del PP, como lo tenía su sucesor, el diputado popular Villaescusa que, tras una esperpéntica dimisión, aguardó volver como director general donde antes trabajaba de administrativo. Hace falta toda la ceguera del sectarismo más abyecto para no ver el claro e idóneo perfil de profesionalidad e independencia que estos nombramientos representaban, como el posterior de Sánchez Carrascosa, profesionalmente émulo del reportero Tribulete, jefe de campaña de Zaplana en las pasadas elecciones y en las próximas. Las promesas electorales, lógicamente, constituyen un compromiso público y, lógicamente, se cumplen. Así pues, cuando para cubrir la enésima vacante en la cosa se recurre a una tal Genoveva Reig, también ex diputada del PP y analfabeta televisiva, cuya escasa experiencia de unos años en una emisora alicantina, persiguiendo intrépidamente la noticia grabadora en mano, se ve más que compensada con su trayectoria en el Ayuntamiento de Benidorm y en la Presidencia de la Generalitat, desde donde produjo el escándalo de las "listas negras" sobre periodistas desafectos al régimen en Ràdio 9 y de donde, tras diversos roces e incidentes -amenazas y represalias incluidas- con toda la prensa libre valenciana, tuvo que ser discretamente apartada al servicio de protocolo, resulta, como acaba de declarar el presidente Zaplana, un nombramiento de lo más lógico y coherente con la trayectoria de profesionalidad e independencia inmanentes a la cosa y solamente el cerrilismo partidario y el afán de crítica destructiva que anima a la oposición puede encontrar reparos e inconvenientes en él Que no sólo es pertinente y adecuado sino que ha provocado fenómenos tan asombrosos como oír, tras muchos años, al consejero socialista en la RTVV, Manuel Prieto, articular unas palabras sumándose al vocerío criticón. Más que asombrosos, taumatúrgicos habría que decir. En las filas socialistas los mudos hablan y los muertos resucitan, signo inequívoco de que, en estos confusos tiempos, el PSPV está ya preparado para el advenimiento del milenio, aunque me temo que en el sentido más apocalíptico del término.

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