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Un niño mata a su hermana jugando con una escopeta cargada

Carmen Morán Breña

Una niña de ocho años, Susana Heredia, murió el pasado miércoles en Dos Hermanas (Sevilla) al disparar su hermano Jonathan, de seis años, una escopeta de caza mientras ambos comían solos en la cocina de la casa. Los dos niños, participaban de un juego macabro con el arma cargada que los padres tenían encima de un mueble.Un cartucho de perdigones disparado desde menos de medio metro de distancia, se alojó en la cabeza de la niña a quienes sus padres trasladaron de inmediato al hospital sevillano del Valme donde ingresó cadáver. Los padres, que se dedican a la venta ambulante de ropa, según contaron los vecinos de la zona, no sabían que el arma estaba cargada. Al oír el tiro, el matrimonio, que estaba en el garaje, acudió de inmediato.

El domicilio de la familia (de nueve hermanos) está situado en un barrio marginal de la localidad sevillana muy castigado por la droga. Los vecinos decían ayer que no oyeron nada de lo que pasó. Sólo justificaron la existencia de la escopeta, a nombre de la mujer, en la casa diciendo que a menudo iban de caza o por razones de seguridad personal.

Una llamada alertó a la policía y a los bomberos cuando sonó el disparo pensando que era una explosión de butano. Cuando llegaron, los vecinos más cercanos ocultaron los hechos y los bomberos y la policía regresaron al puesto sin saber qué había sucedido. La policía volvió más tarde pero ya la familia no estaba en la casa.

Los vecinos se negaban ayer a indicar el lugar donde sucedieron los hechos; todos decían que no habían visto ni oído nada. Quienes viven en la puerta contigua a la de la víctima aseguran que no oyeron nada.

Entierro multitudinario

Susana fue enterrada el jueves en el cementerio de Dos Hermanas, adonde acudió un millar de personas para darle el último adiós a la pequeña. El entierro se retrasó un par de horas porque faltaba la madre de la niña.No fue una inhumación normal, no hubo gritos y los enterradores hicieron su trabajo sin apretujones ni ahogos. Así lo cuentan los funcionarios del cementerio. "Aquí se han enterrado muchos gitanos y siempre es más aparatoso, casi no te dejan espacio para trabajar. Ayer [por el jueves] estaban callados. Todos sabían lo que había pasado", afirman.

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"La policía dice que el caso está cerrado pero no importa que se haya enterrado a una persona; si surge algo extraño, se puede exhumar el cadáver", explican como si presintieran que eso podría ocurrir.

En el nicho de Susana hay una montaña de flores y un crucifijo blanco. Dos gitanos de luto, parientes de la víctima, se acercaron ayer hasta la tumba y salieron en silencio con el crucifijo. No saben lo que pasó y desconocen donde está la familia.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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