Los abogados del marinero
"Nuestros compañeros abogados se sorprenden de que hagamos esto gratis", afirma Domingo González, director del Centro de Defensa de los Derechos del Marino. Él y tres letrados más de Barcelona ocupan su tiempo libre en defender de la forma más diversa a los tripulantes de todo el mundo que viven situaciones de emergencia: pleitean por pescadores magrebíes despedidos de su trabajo, negocian una salida para marineros ucranios desembarcados sin dinero y sin billete de repatriación o negocian con un capitán acostumbrado a resolver a la brava los problemas con su tripulación. Creado hace más de diez años, el centro tramita cerca de 100 casos al año. Su sede, apenas un pequeño despacho de 10 metros cuadrados, se encuentra en el Stela Maris (el Apostolado del Mar), un centro de acogida que depende del obispado de Barcelona y está situado cerca del puerto. Este centro es el único de sus características en España y uno de los pocos que existen en Europa. Según recuerda Ricardo Rodríguez, director del Stela Maris, "a finales de los ochenta en Barcelona estaba aumentando el número de marineros de otros países con problemáticas sociales y era necesario crear un centro con abogados, para ayudarles". Rafael de Muller, Christian Morrón, Alejandro Sáez y Domingo González tienen entre 30 y 40 años, y decidieron poner sus conocimientos judiciales al servicio de los marineros más pobres. El 60% de sus clientes son extranjeros y su ámbito de actuación es el puerto de Barcelona, pero en algunas ocasiones De Muller viaja a otro puerto español para mediar en una situación crítica. "Una vez un patrón de pesca que despidió a un magrebí me preguntó indignado por qué un abogado católico como yo estaba ayudando a un moro". Sin embargo, los casos más conflictivos siempre tienen en los barcos con banderas de conveniencia el origen del problema. Derechos vulnerados Bajo los pabellones de Panamá, Bahamas, Malta, Banuatu, Kirivati, Barbados o Bermudas navegan por el Mediterráneo barcos mercantes que son auténticas torres de Babel, sin seguros y en estado deplorable, y donde los derechos básicos de los marineros apenas se respetan. La proliferación de este tipo de navegación, que permite eludir responsabilidades legales, está poniendo las cosas cada vez más difíciles a estos abogados. "Un problema típico es que llega un barco a Barcelona y el capitán ordena desembarcar a un marinero por discrepancias con él. Su obligación, según el derecho marítimo internacional, sería abonarle lo que le debe y pagarle el billete de repatriación. Pero en muchos casos no se respeta esta ley internacional", explica González. Los abogados del centro intervienen entonces poniéndose en contacto con el representante de la naviera en Barcelona, pero en más de una ocasión éste es el mismo capitán o propietario del barco. "Normalmente, estas compañías acceden a hablar con nosotros cuando ya tienen la demanda puesta y está fijada la fecha del juicio", explica el director del centro, quien afirma: "Somos más negociadores que abogados".En una ocasión, Domingo González subió a un barco con bandera israelí para entrevistarse con un capitán argentino y éste le recibió con la pistola al cinto y un fusil AK-47 colgado al hombro. El asunto a tratar era el despido de un marinero uruguayo que había sido desembarcado a la fuerza sin billete de repatriación. "Convencimos al capitán para que pagara, pero aquello me impresionó muchísimo. Hay barcos en los que da cierto pavor entrar", reconoce. Hace tiempo, otro barco con bandera de conveniencia, propiedad de un armador griego, quedó bloqueado en el puerto de Barcelona durante dos meses por problemas de impagos. La tripulación pudo cobrar finalmente, pero durante aquellos 60 días de espera los marineros sobrevivieron gracias a la comida que un sacerdote les llevaba desde el Stela Maris. El puerto les facilitó luz y agua. Un caso que los abogados recuerdan con mejor ánimo es el de un barco de una naviera rusa, con problemas de impagos, que al llegar a Tarragona fue inmovilizado por los marineros, quienes reclamaban los salarios atrasados. El bufete solicitó un embargo en nombre de los marineros rusos, y el juez, al exigir la fianza a los solicitantes del embargo, la fijó en una peseta. El barco se subastó y con el dinero la tripulación pudo volver a Rusia.
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