Año judicial
Al verte vestido así es difícil sustraerte a la idea de que eres distinto. Con sus blancas puñetas, el satinado brillo de sus togas y el joyerío de las insignias, este grupo de investidos para juzgar ya sólo compite en oropel ceremonial con otro tribunal divino , el de los obispos, y, tal vez, de lejos, con la uniformada severidad de los militares. Un diputado vestido de frac no es nadie, y nosotros, en mangas de camisa, menos.
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