El casco para callejear
No me quiero levantar de la cama. Estoy en Alicante, una ciudad que me seduce. ¡Jolín! ¡Qué martirio! Dejar la cama para pegarse otra paliza. Alicante es estupenda para estar de vacaciones. "Josera, no seas perezoso y anda". Toca salir hacia Valencia.El primer kilómetro ha sido tranquilo. No más. En la meta volante de Xixona, se ha formado lo que sería la fuga de la jornada. La ruta se empina con el alto de la Carrasqueta. No es duro si lo comparamos con el muro del Catí. Cuando pienso en las rampas, aunque cortas, son de vértigo. Se me pone la piel de gallina. Lo pasado, pasado.
El ONCE-Deutsche Bank y el Vitalicio han lanzado ataques. No hay reacción en el pelotón. Ahí está el Banesto. Controla sin asfixiar. La marcha del ciclista es maja. En Alcoy aparece el viento. Viene de cara y de costado. Alerta a los abanicos. Se forma movimiento en el gran grupo. Es normal. Los trabajadores de los equipos agrupamos con rapidez a nuestros jefes de filas para que vayan cómodos.
En mi caso, el trabajo es triple. Debemos de proteger, no sólo a Zülle, sino también a Virenque y Dufaux. Me fijo en del Kelme. Protegen a Escartín al estilo del Mercatone de Pantani. El trabajo del Kelme y el Mercatone es muy similar. Igual Fernando nos sorprende siendo el Pantani de la Vuelta.
Se va a buen ritmo. La fuga pronto se terminará. Hay varios intentos de escapada. Pido el casco y me lo pongo. No suelo llevarlo pero al llegar a una gran ciudad es muy conveniente usar el casco. Es habitual que en una gran urbe se callejee varios kilometros antes de llegar a meta. Los sprinters hacen su trabajo. Yo me voy al autocar del equipo para ducharme. Nos espera el charter hacia Mallorca.
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