El cero y la grapa
La fundada queja de Miguel Herrero de Miñón sobre la falta de ideas a debate empieza a ser invalidada por las dos cuestiones que sirven de título a estas líneas. La cuestión del cero y la de la grapa. El cero, esa convención matemática de la que todos somos deudores, se ha puesto incandescente a partir de la impugnación ferlosiana del 1 de enero del año 2000 como línea de salida del tercer milenio. El hecho de que se trate de una fecha comúnmente aceptada sobre la que llevan años trabajando a fondo las agencias de viajes y las cadenas hoteleras carga el asunto de pesadas consecuencias, como ha indicado Óscar Tusquets, que atañen al empleo y a los índices de la Bolsa. Pero en nuestro país, la polémica se ha desatado con mucha mayor grandeza en el tercer grado de abstracción al conocerse las justificaciones aportadas por el paleontólogo Stephen Jay Gould, de la Universidad de Harvard, que se insolenta con un monje del siglo VI, Dionisio el Exiguo, a quien se le encargó que preparara una cronología para el papa San JuanI. El profesor Gould se prodiga en toda suerte de descalificaciones haciendo burla de la menguada estatura de su indefenso antagonista y llamándole el Diminuto, el Bajo, el pobre e incluso mofándose de otros supuestos defectos físicos como el de ser corto de vista.Nada que oponer al año cero siempre que se acepte que el año cero funciona como origen de coordenadas de la variable tiempo en un determinado sistema cronológico. Es una referencia puntual, sin dimensiones, es decir, su contenido es cero años. En cuanto referencia, el kilómetro cero es de la misma condición que los demás kilómetros. Y la ausencia de dimensiones que de él se predica es igualmente atribuible al kilómetro 1 o a cualquier otro kilómetro. Mientras que un kilómetro -preferentemente escrito con letra, como las cantidades que figuran en los talones bancarios- sería la magnitud de la distancia que separa cualesquiera dos mojones kilométricos consecutivos de nuestra red viaria. Pero sobre este asunto del cambio de siglo se impone consultar el inmediato precedente de hace cien años. A su conmemoración se refirió José Bergamín en su ensayo sobre La estatua de don Tancredo (Editorial Cruz y Raya, 1961), donde recoge un cartel anunciador de la "extraordinaria corrida de novillos verificada hoy, martes 1 de enero de 1901. Inauguración del siglo en la plaza de toros de Madrid". Bergamín subrayaba entonces: "El siglo XX, que empezaba para los franceses con la Torre Eiffel, para los españoles ha empezado con don Tancredo".
He aquí, por tanto, un asunto de referencia para el que Jorge Wagensberg debería convocar sin tardanza a los prestigiosos autores que tiene reunidos en la colección Metatemas por él dirigida en Tusquets Editores. Mientras en el ámbito político todos son invocaciones más o menos abiertas o veladas al cero. Parece, por ejemplo, que los socialistas llevaron la guerra sucia al punto cero; que se quiere evitar el instante cero en que se iniciaría el cumplimiento en prisión de las condenas impuestas a los condenados en el caso Marey; que Aznar ensaya un viaje al centro como si se tratara de alcanzar ese cero grados de la escala de Celsius, donde algunos sitúan la indiferencia térmica del ni frío ni calor. También en el País Vasco se está buscando otro punto cero, que estimule el fin del asesinato y la violencia perpetrados bajo la invocación de banderas políticas, siguiendo aquella lúcida advertencia de un negro dibujo de El Roto en las páginas de EL PAÍS, cuya leyenda decía: "Una buena bandera lo tapa todo". Otros ceros se preparan también intensamente. Son los números cero del diario La Razón, capitaneado por el nunca bien ponderado académico, escritor y periodista Luis María Anson. Pero en el proyecto, cuya botadura se ha fijado el 18 de octubre, se ha interpuesto una dificultad que abre muchas zozobras. Parece que el nuevo periódico, de un formato muy parecido al que ideara el primer don Torcuato, tiene dificultades para presentarse al público cosido con grapa. Y si llegara a faltar la grapa, la desventaja de salida frente al Abc podría ser irreparable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.