Carceleras
Hace unas semanas que la cárcel de Carabanchel no admite presos, ni con recomendación. Los muros van a ser derribados, y en el espléndido solar que resulte es previsible que se alcen viviendas de tres dormitorios, estar-comedor, cuarto de baño y polibán. Carabanchel deja de tener su prisión, como se quedó sin plaza de toros y sin el Reformatorio de Santa Rita, que por allí estaba ubicado, si mal no recuerdo. Ha sido una referencia ciudadana cuya denominación suele singularizarse, para evitar que la palabra tenga que pronunciarse. En Almería -por citar un lugar de provincias- El Acebuche significa explícitamente el lugar donde van a parar los malos, algunos regulares y -siempre ocurre- no pocos buenos o inocentes. En nuestra ciudad, durante el último medio siglo, era significativo pronosticar que alguien acabaría en Carabanchel.Hubo otra prisión en Madrid, la Modelo, que estuvo en la plaza de la Moncloa y fue derruida, en parte por su proximidad al frente, durante la guerra civil. En los meses previos al acontecimiento llegó a un desaforado overbooking, con cuatro y hasta cinco inquilinos preventivos por celda, ideadas para albergar a una sola persona. Lo sé porque, durante unas semanas, en mi remota juventud, compartí una de ellas, barajado con presos comunes, políticos, transeúntes y demás ralea.
A ésta de Carabanchel, que va a desaparecer, fui alguna vez a visitar a esos presos amigos que todo el mundo tenía en aquellos tiempos, de carácter político, hoy sustituidos por la población tradicional y por conocidos financieros y gentes que, en alguna ocasión próxima, salían en el Hola tan satisfechos de sí mismos. No creo que haya nostálgicos de esas paredes y patios, por lo tanto huelgan las elegías. La cárcel es un establecimiento, por ahora, necesario, donde aparcar a quienes no respetan las reglas del juego, la verdad que aparentemente fáciles. El suceso ha merecido algunas curiosas informaciones, que ilustran ciertos segmentos de nuestra historia cotidiana.
Parece que la prisión prevista para sustituir a esta que se acaba, estará en Aranjuez, lo que va a significar, supongo, una contrariedad para los familiares, visitante y, en especial, para los abogados, continuamente reclamados por sus clientes, si éstos disponen de los medios suficientes, adquiridos con buenas o malas artes, para pagar esos desplazamientos forenses. Recuerdo la renovada extrañeza con que escuchaba a la secretaria de un buen amigo, notable penalista, al informarme, a menudo, que su jefe "estaba en Carabanchel". No; no le habían pescado con las manos en la masa: iba a visitar a algún patrocinado, casi siempre delincuente de alto copete.
Se cierra la historia de Carabanchel, una peripecia más en los anales de esta ciudad alegre y confiada -demasiado confiada, a veces-. En mi escueto horizonte personal creo que no hay posibilidades, ni siquiera por error, que es una de las bien frecuentes, de dar con los huesos en una cárcel, pero he leído con curiosidad las previsiones acerca de esa sustitución en el hermoso Real Sitio de Aranjuez. No sólo tendrá piscinas, pistas de pádel, gimnasio cubierto, incluso biblioteca, instalaciones informáticas, televisión y acceso a los internets posibles, sino que habrá 70 celdas dobles, con camas de matrimonio, para parejas de hecho, en todo caso de lecho, para ser compartidas.
Este asunto -que tampoco, en caso alguno, me concierne- ha suscitado ciertas reflexiones, cuyas consecuencias quizás estén previstas, pero no constan en las someras informaciones hasta mí llegadas. O sea: el hombre y la mujer que hayan delinquido juntos, o cada uno por su lado, pueden vivir estrechamente unidos durante once años y un día -por ejemplo- en esos recintos, mejores que una chabola, es cierto, pero con expectativas escalofriantes: hasta que el indulto o el cumplimientos de la pena los separe, es decir, encuentren la posibilidad de proseguir, en otro lugar, el mismo tratamiento. Creo haber leído bien y, dado por supuesto que puedo estar equivocado, considero ese tipo de existencia celular un refinamiento diabólico, que no se le había ocurrido a nadie, hasta ahora. ¿Qué dicen, al respecto, AI, Green Peace, los custodios de los derechos humanos y otras ONG?
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