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La Virgen más chiquita

Cuenta la tradición que un religioso de Elche conocido como fray Jorge Martínez encontró en 1555 una pequeñísima talla de una Virgen en el lugar en el que hoy se encuentra la Iglesia de Orito, una pedanía de Monforte del Cid, en Alicante. La Virgen, con tan sólo 42 milímetros de altura, es a finales del siglo XX la imagen venerada más pequeña que se conoce y sus devotos le rinden culto cada otoño en las fiestas de la pedanía. Los frailes capuchinos que residen en el convento, y que cumplen ahora 100 años de estancia, han conseguido la autorización del Vaticano para que mañana se celebre la coronación canónica de su Virgen en una misa presidida por el obispo y concelebrada por 100 sacerdotes. El acto implica el inicio de la construcción de la Casa del Peregrino, porque los cánones mandan y una coronación canónica se tiene que acompañar de una obra social. Los 42 milímetros de esta imagen sedente que sostiene un corazón entre sus manos están tallados en marfil, tienen adornos de alabastro y sendos ángeles a los lados en actitud rogatoria. La escultura es tan diminuta que está resguardada en el interior de un ostensorio también con forma de corazón, que a su vez se sitúa en las manos de una réplica de la imagen que los frailes han hecho construir a escala natural para que los fieles puedan adorar a su Virgen sin necesidad de dejarse la vista en el intento. El convento, que data de 1562, tampoco es demasiado grande porque en origen perteneció a los franciscanos, que guardaban la costumbre de vivir en edificaciones poco ostentosas. Hoy, los cuatro frailes capuchinos que residen en el convento se ocupan de mantener las dependencias y de recibir a los fieles. "Orito es un centro importante a nivel de la diócesis, un santuario de peregrinación, de visitas eucarísticas, de confesiones; un lugar de oración y devoción", explica fray José Fernández, uno de los cuatro capuchinos y cronista oficial de la pedanía. El historiador Rafael Orellano Íñigo elaboró un estudio sobre el terreno acerca de la imagen porque los frailes no consideraron adecuado que la talla acabase en un laboratorio para determinar su origen. El experto, que colabora con la Universidad Politécnica de Valencia, opina que la figura fue una imagen pagana hasta la época de la conversión de Recaredo I, el rey godo que abjuró del arrianismo, adoptó la fe católica y, además de imponer a sus súbditos el culto romano en el siglo VI, les obligó a utilizar el latín. Convertido el rey, se convirtió también la imagen en una virgen con todos los atributos de la imaginería cristiana. Antes del convento hubo una ermita dedicada al nacimiento de la Virgen. En ella fue donde el mencionado fraile ilicitano Jorge Martínez, segundo ermitaño que lo habitó, halló la imagen. Surgió entonces la necesidad de darle nombre a la Virgen, dado que en la región italiana de Piceno se venera la casa donde María recibió la noticia de su elección como madre de Jesucristo, y los feligreses la llaman a ésta Loreto, se decidió que al haber aparecido la imagen en la casa donde se conmemora su nacimiento, debía llevar el mismo nombre. Los franciscanos habitaron el convento desde 1562 hasta la desamortización de Mendizábal, que en 1835 requisó numerosas propiedades de la Iglesia y de los terratenientes. Hacia el año 1715, a la vista de los testimonios de fieles que aseguraban haber recibido favores de la pequeña imagen, el padre provincial mandó recopilar los relatos milagrosos atribuidos a la Virgen. Las historias se recogen también en un duplicado que los frailes editaron el pasado mayo y en el que los milagros han sido analizados por el propio fray José, en calidad de historiador, el doctor en medicina y profesor en la Universidad de Bilbao doctor Escoreca, y el especialista en antropología religiosa William Christian. La Virgen siempre ha permanecido en su lugar, esperando a los peregrinos que llegaban a venerarla, a excepción del periodo de la guerra civil. Sobrevivió a la quema del convento en 1931, cuando quedó depositada en el cuartel de la Guardia Civil de Novelda. Con el estallido del conflicto en 1936, un cura oriolano y el administrador apostólico Juan de Dios Ponce trasladaron la imagen hasta el Obispado de Orihuela. Un año después, una familia de la ciudad le confió la imagen al sargento del cuerpo de seguridad Crescencio Antolín, que se la llevó a Barcelona para entregarla al convento de los capuchinos. En octubre de 1939, la reliquia volvió de nuevo a Orito. La virgen cuenta con varios personajes célebres del cristianismo patrio entre sus admiradores. Glosa el himno a la diminuta virgen: "Ante esta imagen oraron Alcántara penitente, Hibernón su hijo ferviente y el Seráfico Pascual". Este último no es otro que el afamado Pascual Bailón, un empleado del hacendado Aparicio Martínez que, por ser un gran devoto de la Virgen de Orito, solicitó ingresar en el convento en 1563 tras habérsele aparecido la Eucaristía, suceso en cuya memoria se erigió la ermita de la Aparición. En el convento cumplió el noviciado y sus seis primeros años de vida religiosa. Mañana será el turno de los fieles satisfechos, que tendrán la oportunidad de agradecer su suerte. Como colofón de este año que ha conmemorado el siglo que los capuchinos llevan en el convento, el obispo de la diócesis, Victorio Oliver, presidirá la celebración de una misa de coronación en la plaza del pueblo ayudado por casi 100 sacerdotes. Los padrinos civiles serán los condes de Elche, que fueron quienes ayudaron a edificar el convento de los monjes en Orito. La corona se ha pagado con las dádivas de los feligreses y la ha realizado Estévez, un orfebre de Elda, reproduciendo grabados que datan de 1663. Orito ofrece este fin de semana una cita religiosa para los devotos, pero también una romería que congrega a una gran número de personas que van a pasar un día festivo de campo. La pedanía oferta otros atractivos, como la reproducción de la celda de San Pascual, que estuvo en el convento hacia mediados del siglo XVI. También se puede visitar un manantial de agua de gran salinidad que, según los frailes, cura las enfermedades de la piel y, además, le proporciona una textura muy suave. Todos los feligreses que se molesten en acudir a la cita obtendrán un premio a cambio: la indulgencia plenaria por orden del mismísimo Papa Juan Pablo II, siempre que hayan confesado sus pecados, comulgado y orado por las intenciones del pontífice en el santuario. Para los más perezosos, una oferta: acudir a una celebración sagrada durante los días de conmemoración o rezar un Credo y un Padre Nuestro que también proporciona la indulgencia papal.

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