"El cubito gana a la barra de hielo, porque sirve para los "cubatas"
Una veterana fábrica de Vicálvaro prepara bloques helados con destino a las neveras de excursionistas
La Antártida tiene surcursal en Vicálvaro. Este polo sur al alcance de la mano carece de pingüinos o de estaciones científicas, pero es pródigo en hielo. La glaciación se produjo hace casi cuarenta años, cuando se instaló en el barrio una fábrica de agua congelada, Frigoríficos Rivera. El calentamiento del planeta, que amenaza a la Antártida real, beneficia a este polo sur virtual: cuanto más calor, más ventas. Eso ocurre al menos con la demanda de cubitos de hielo, listos para refrescar cualquier bebida. Son el producto estrella en las jornadas de canícula. Pero no siempre fue así. "La gente ha pasado de comprar barras de hielo a pedir cubitos. Tienen la ventaja de que, además de enfriar, valen para hacer los cubatas", explica José Luis León, responsable de la factoría, capaz de fabricar 2.500 kilos diarios de agua gélida en pequeñas fracciones.A pesar de ese éxito, la industria de Vicálvaro mantiene su producto más tradicional: la barra de 20 kilos, que se vende a 400 pesetas. "En Madrid capital debemos de ser los únicos que todavía las hacemos", calcula León. Tiene 37 años y lleva más de 12 en la factoría, donde dirige a otros siete empleados (tres más en verano). Antes que fabricante de hielo, fue conductor de metro por oposición, pero dejó los raíles por culpa de los horarios descabalados. No siente nostalgia de los túneles, ahora tiene cámaras de frío.
Cuando se instaló Frigoríficos Rivera, en 1959, las neveras eléctricas constituían un lujo al alcance de muy pocos. Hace 40 años, el aire acondicionado era sólo un sueño y el frío doméstico llegaba, en forma de bloque, a las llamadas neveras de hielo. "Comprábamos un cuarto de barra, que costaba una peseta y 65 céntimos a mediados de la década de los cincuenta", recuerda una usuaria de entonces, Rosario Rodríguez García. "La poníamos en la parte alta de la nevera. A medida que se deshelaba, el agua caía a un depósito y había que estar pendiente de vaciarlo, porque, si no, se rebasaba y el suelo de la cocina quedaba encharcado", añade. Rosario, que compró su primer refrigerador eléctrico en 1961, fue "una pionera". Recuerda que aquel electrodoméstico se instalaba en los comedores de las casas y "se enseñaba a las visitas". Toda una novedad en la España que atisbaba la era del desarrollismo.
A finales de los años noventa, las neveras de hielo sólo viven en el recuerdo de los mayores. Mucho hace también que bares y pescaderías, usuarios masivos de las barras, se pasaron al hielo en cubitos -los primeros- o en escama, el preferido por los comerciantes de peces: da mejor aspecto a la mercancía que la barra picada, aunque dure menos, explica León. Este hielo en capas ha sentenciado definitivamente a los bloques y se ha convertido en el eje de las ventas anuales de la factoría de Vicálvaro, capaz de fabricar 60 toneladas diarias de escama.
Aun con la competencia de los hielos modernos, José Luis León continúa fabricando las tradicionales barras en el Camino de los Cabestros, 6. Pero lo hace a un ritmo muy inferior a la capacidad máxima (1.000 bloques diarios).
-¿Quién compra barras de hielo?
-Se venden sobre todo los fines de semana del verano. Generalmente, los compra gente que se va a pasar el día al campo. Los clientes meten el bloque en la nevera portátil y tienen bebida fría todo la jornada. También queda algún pescadero devoto.
Las barras de hielo nacen en una piscina de 80 metros cuadrados, donde están sumergidos decenas de moldes llenos de agua potable. Entre ellos circula agua salada a una temperatura en torno a los 12 grados bajo cero. La frialdad de este líquido exterior provoca la congelación del agua de los moldes.
Cuando los bloques están formados, una grúa se encarga de elevarlos hasta un pequeño estanque donde el agua permanece a temperatura ambiente. El remojón en ella durante unos tres minutos permite que la barra abandone limpiamente el molde y prosiga su camino hacia el almacén refrigerado.
Las barras heladas seguirán naciendo así al menos hasta que Frigoríficos Rivera, vecina de la cementera Valderribas, levante el vuelo. La mudanza es obligada: el suelo de la fábrica de cemento -a medio desmantelar- y de las industrias limítrofes se ha recalificado y albergará pisos a medio plazo. La operación urbanística dará una cara nueva a un barrio fabril y castrense. Pero Vicálvaro seguirá teniendo hielo. "Nos reinstalaremos en el barrio", asegura León, un devoto de su tarea.
-En este trabajo pasarán ustedes el verano fresquitos.
-No se crea. En la nave de fabricación hay aires divinos -un altar del Sagrado Corazón preside la estancia-, pero no acondicionados. Y tampoco es cosa de refrescarse en las cámaras, donde los operarios almacenan el hielo bien abrigados. En esta Antártida de Vicálvaro no hay agujero de ozono y se bebe de botijo.
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