El helado no es un sustituto del postre
Un helado no es ni bueno ni malo para la salud. Depende, lógicamente, de los ingredientes que contenga; de la calidad de los mismos, si son naturales o artificiales, frescos o congelados; o de si llevan aditivos o colorantes... Todo esto influirá decisivamente, tanto en las bondades del producto final, como en la influencia que éste va a tener sobre nuestro organismo a partir de su ingestión. Es decir, los helados enriquecen nuestra dieta, o, por el contrario, nos la distorsionan de tal forma que, a veces, acaban creándonos un problema. El otro argumento para saber si conviene o no comerlos, estaría en la frecuencia. Los expertos en nutrición recomiendan no abusar de ellos; sobre todo si se tienen problemas de salud en general, de obesidad, o si, por ejemplo, se es diabético; no hay que olvidar que un ingrediente básico del helado es el azúcar. Para los niños tampoco es el mejor alimento; y menos cuando se utilizan en sustitución del vaso de leche o de la fruta. Hoy, muchos andaluces han comenzado a sustituir el postre natural de las frutas por el del helado. Y ahí es donde está el peligro, según los endocrinos. Los helados denominados de crema son los de mayor calidad; la base de su composición es la leche, el azúcar y el agua; luego puede añadírsele lo que se quiera: cacao, frutos seco, miel, o frutas frescas. Una variante de estos serían los que se llaman de leche, con un contenido menor en materia grasa. Y también están los que llevan grasas no lácteas, cuya base sigue siendo el azúcar y el agua; pero, a éstos, lo que se les mezcla son aceites y grasas comestibles. Este grupo de helados también podría denominarse de crema, si llevasen una adición mínima de un 10% de fruta, o su equivalente en zumos naturales o concentrados; si no están hechos con esta proporción, su denominación es de sabor. Finalmente están los sorbetes: agua, azúcar y aditivos autorizados. En definitiva, el helado no es malo; lo que lo hace mejor o peor es la frecuencia con la que se toma.