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La verdad

Julio Llamazares

La verdad y sólo la verdad. Eso dijo David Kendall, el abogado del presidente Clinton, que contaría su defendido en su comparecencia ante un gran jurado primero, y luego, ante su país, para explicar su relación con Monica Lewinsky, la becaria que le ha puesto contra las cuerdas por un quítame allá esas pajas o felaciones, que es más exactamente lo que ella asegura haberle hecho.Ya lo había dicho en enero, cuando estalló el escándalo, sólo que en ambos casos las verdades son distintas. Si entonces Clinton aseguró que jamás había tenido "relaciones sexuales, ni impropias, con esa señorita", ahora confiesa que sí tuvo "una relación física impropia, pero que eso no supone ningún delito". Delito o no, que eso ya lo dirá el jurado, lo que está claro es que el presidente ha mentido en uno de los casos. O en los dos, cualquiera sabe a la vista de sus antecedentes. Lo cual no debería extrañar a nadie, ni en él ni en ningún otro presidente de gobierno, teniendo en cuenta la experiencia y lo difícil que es definir la verdad cuando el que habla es un político en activo. Aquí, en España, sin ir más lejos, tenemos muchos ejemplos de presidentes que han dicho siempre la verdad, incluso cuando han dicho lo contrario de lo que decían. Lo cual lo único que demuestra no es que ellos mientan ni se desdigan, sino que los demás no comprendemos que la verdad en política no existe. Todo depende de las circunstancias y de los intereses que persigue el que la dice.

Así que dejemos al pobre Clinton en paz, que bastante tendrá ya en casa con Hillary. Seguramente es la única que no necesita pruebas, ni vestidos manchados de ADN, para saber lo que todo el mundo piensa, incluso los más ingenuos o los más recalcitrantes defensores de la pureza y honradez de su marido: que, mientras no se demuestre lo contrario, La Verdad es un periódico de Murcia.

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