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Estética política

Creen morir de éxito cada vez que hablan de los logros que han alcanzado en los años de su Gobierno. Al menos eso colegimos, les escuchamos, les leemos, les seguimos atentamente, porque son quienes tienen el mando por la democrática fuerza de los votos de los ciudadanos y, en consecuencia, de ellos depende nuestro futuro inmediato. Pueden morir de éxito, entre otras razones, porque al Gobierno del Partido Popular se las han puesto algunas cuestiones esenciales para la vida de un país, como se las ponían a Fernando VII. La economía, en general, a pesar de los embates últimos de las bolsas, funciona. El caso de los GAL, que puede jugar también en su favor, desprestigia, al menos eso venden, a los otros. El paro decrece, no tanto como desearíamos cualquier hijo de vecino, pero es menor. Y en cuanto al terrorismo, algunas operaciones de los últimos meses son éxitos refrendados por los españoles. Determinados cargos públicos del Partido Popular han hecho buenas, excelentes casi, las palabras de un ex correligionario suyo. El polémico y por más señas catalán, Aleix Vidal Quadras, decía el martes que, con todo el viento político a su favor, el problema del Gobierno de José María Aznar no es ética, sino estético. No es que no sepan vender sus hechos o sus proyectos aún por cuajar. Es que, cuando lo intentan, supongo que con la mejor intención, no les sale. Carecen -algunos, claro; no todos- de lo que entendemos como formas. Y, sobre todo, del más elemental de los modos democráticos que el respeto a quien no se somete a sus opiniones. (La Constitución española cumplirá 20 años en diciembre próximo). El peso de la púrpura les agobia tanto, que, cuando escuchan alguna voz disidente o que no les jalea a su gusto, o critica sus comportamientos políticos, echan mano del más burdo estilo. Y proceden con la amenaza, la descalificación. "O conmigo o contra mí". En esta tesitura, no dudan en ponerse manos a la obra y anatematizar a oponentes políticos y a periodistas. Matemos al mensajero una vez más. Puro remake del viejo, rancio -pero parece que no tan caduco- estilo franquista. ¿De qué otro modo puede entenderse la actitud del concejal y diputado provincial por Benidorm-Alicante, Antonio Botella (PP) cuando hace unas semanas amenazaba a un periodista con difamar a su familia si el joven redactor del periódico no cambiaba su línea informativa? El político, por lo visto, no se desayuna a gusto cuando determinadas noticias, firmadas por este periodista o cualesquiera otros, no le dejan bien parado por sus responsabilidades políticas. Pero también ha habido otras que no han sido evidenciadas por el informador, sino por algunos trabajadores, policías locales de Benidorm, quienes tampoco se han prodigado en flores hacia el edil. Los hechos son los que son. Las causas quizá habrían de ser motivo de un más que detallado análisis de quienes le otorgaron en su día competencia política a Botella. Porque cabe recordar -grandezas que doña Democracia tiene- que el edil aprovechó la posibilidad del medio en el que trabaja el amenazado para que expusiera su opinión. No lo hizo. Porque lo que escribió fue un libelo de veinte líneas para intentar descalificar el diario, su director y hasta cualquier responsable de la edición con un argumento tan pedestre como reaccionario. Vino a decir algo así como ustedes son afines al PSOE y en consecuencia, ofenden y descalifican al PP. O lo que es igual, repetición de la jugada: versión de fin de siglo del "usted no sabe con quién está hablando"... Quizá lo más apabullante y triste es que quienes le dieron vida al corporativo municipal y provincial le han concedido el visto bueno para, a continuación, decir públicamente que, al fin y al cabo, un periodista que no se prodiga "por ser simpático o agradable con el PP" (Julio de España) no es merecedor de otro destino sino galeras. Es más que probable que buena parte de los superiores de Botella y también de quienes le llevaron, con sus votos, a sus responsabilidades públicas, piensen que, con esas actitudes, los comportamientos democráticos habrían de ser asignatura obligada en escuelas de verano para cargos. De lo contrario, la caverna podría instalarse de nuevo entre todos.

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