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Tribuna
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Jaimito

Manuel Rivas

El conocido vejaminista Jaime Campmany confiesa en el diario Abc que su razón de escribir no es la manutención ni el arte, sino jorobar con los dedos. Él a los hijos ya los tiene criados y, según explica, el pecunio le da hasta para ponerse morado de queso de búfala. Como autor literario ocupa un lugar al fresco en la época interglaciar del pleistoceno. Como periodista, su inquebrantable talante liberal le acarreó la desgraciada contrariedad de ser nombrado director del diario Arriba, órgano oficial del fascio español. La vida fue dura con Campmany mientras rojos y masones se lo pasaban bomba en el exilio o la censura les ahorraba el trabajo de escribir y podían vivir aventuras sin cuento. Pero Campmany no. Él al pie del cañón. A currar, guiñándola día tras día. ¿Cómo no entender su resentimiento? ¿Cómo no va a despreciar Campmany la gazmoñería de lo políticamente correcto después de haber hecho de Franco un tipo alto, rubio, de ojos azules y con voz de Gardel?Los escritores llevan siglos planteándose la pregunta del por qué escribir. ¿Vencer el desasosiego? ¿Será, como el canto del grillo, para mantener las ánimas en paz? ¡Mariconadas deconstructivistas! ¿Por qué escribe Campmany? O como dirían los existencialistas, ¿cuál es su raison d´être? Lean: "Lo único que me mantiene laborioso es el placer de molestar. Meterle a alguien un artículo por el ojo es más gratificante que meterle un dedo". He ahí un hombre que escribe para jeringar al prójimo.

Ahora entiendo a Induráin cuando con toda candidez respondió que su país preferido era Disneylandia. Cada mañana, la mirada poética de Campmany se cierne sobre la piel de toro mientras tararea su cucurrucucú: ¿a quién podemos joder hoy?

Por supuesto, siempre a los mismos. Es lo que Chesterton llamaba el sentimentalismo del diablo.

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