Turistas ocasionales
Son turistas atípicos. Llegan cargados con kilos de equipajes, con los artilugios más inverosímiles entre sus numerosas pertenencias, cansados de un viaje que suele durar entre 15 y 25 horas y sabedores de que todavía tienen que esperar en Alicante y después cruzar el Mediterráneo. Al otro lado les espera Argelia, los familiares a los que hace por lo menos un año que no han visto, los amigos, las vacaciones. Son turistas ocasionales que no protestan por nada, que esperan con una paciencia de santos a que les llegue el turno para embarcar y que, sobre todo, no quieren hablar de la situación política que vive Argelia. Más de 40.000 norteafricanos y unos 8.600 vehículos han pasado por el puerto de Alicante desde que el 16 de junio empezó la Operación Paso del Estrecho, según los datos de la subdelegación del Gobierno. La mayoría de estos viajeros viene de Francia, sobre todo de la región de París, y llegan por carretera en sus vehículos particulares. El 80% del pasaje acude a las instalaciones portuarias con la reserva del billete de embarque, que realizan en sus ciudades de origen. Embarcan casi todos el mismo día de su llegada, con lo que los tiempos de espera se han reducido bastante con respecto a años anteriores y ahora oscilan alrededor de las 12 horas. Los responsables del puerto creen que existe un grado de desinformación importante entre los argelinos y que estos inician los desplazamientos sin conocer los horarios de salida de los ferris. Los viajeros apuntan otra razón: es casi imposible calcular con precisión cuántas horas van a emplearse en un trayecto tan largo que se realiza con el coche cargado hasta los topes de objetos y de ocupantes. Una vez que entran en el puerto, los argelinos dirigen los vehículos a la zona de espera y los aparcan el hileras ordenadas bajo toldos de lona. El patriarca se dirige a cerrar los billetes y a formalizar la documentación necesaria para el embarque. La familia permanece a la espera, muchas veces dentro del coche, celosa de sus pertenencias y de su intimidad. Los niños son la excepción de la norma. Unicef ha instalado este verano por segundo año consecutivo una carpa destinada a sus juegos. Ellos sí que aprovechan la escala en Alicante para jugar con otros menores. "Llegan muy cansados de un viaje tan largo y nosotros lo que intentamos es que puedan relajarse con diferentes actividades", explica Josep Martí, uno de los 35 voluntarios de Unicef que se turnan para cubrir las necesidades de la carpa. Juegos de construcción, plastilinas, globos, dibujos, un poco de deporte y un área de educación donde se explican los derechos del niño. La guerra civil no declarada que vive Argelia estaba más presente el año pasado. Josep recuerda a una niña de 15 años que dibujó a otro niño degollado y a una mujer joven con el vientre abierto en canal. Este verano la situación no es tan tensa, al menos en apariencia. Protección Civil también está presente en el recinto. Cinco asistentes sociales y cinco traductores al árabe y al francés forman el equipo que trabaja en el puerto. Cruz Roja completa el servicio con una dotación permanente de 10 voluntarios que rotan por turnos. Afecciones cutáneas y cefaléas son los casos que atienden con más frecuencia. Pocos barcos Rachid tiene 34 años y vive en la región de París. Nació en Francia porque sus padres, que ahora han vuelto a Argelia, emigraron para trabajar. Vuelve a Orán cada vez que puede y esta es la segunda ocasión que cruza el Mediterráneo desde Alicante. Dice que está sorprendido por la rapidez con que ha comprado su billete. Sólo ve un inconveniente: hay pocos barcos, él llegó el miércoles por la noche y va a esperar casi 24 horas para zarpar. Mohamed, un argelino de 45 años que viaja con su mujer y sus tres hijos, va a esperar las mismas horas pero por razones diferentes. Se dirigen a la región de Medea, una de las más castigadas por el integrismo. Prefiere esperar en Alicante antes que coger el trasbordador de la mañana, que le dejaría en Argel por la noche. Las carreteras son peligrosas. Pero no quiere hablar de política y asegura que en lo único que piensa es en ver la cara de sus sobrinos cuando vean las bicicletas que ha comprado para ellos. La mirada les cambia cuando se les pregunta por los asesinatos y las masacres en Argelia. Ninguno quiere comentar lo que pasa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.